"Sueño pero no estoy dormido.
Me ufano pero no miento. Soy una vela.
Pasa cien cuchillos por mi garganta
y seguiré ardiendo con la misma llama"
Mawlânâ Rûmî (1207-1273)

Comentario:
No es cierto que el derviche viva fuera del mundo, en un supuesto lugar arcádico, ajeno a cuanto le rodea. Tampoco lo es que nada cuente para él la realidad factual. El derviche vive en el mundo aunque no sea de él. Jalvat dar anyumân, retiro en sociedad, lo llaman en persa los derviches naqshis, originarios de Bujará, en el corazón de Asia central. No está en las nubes el derviche, absorto en no se sabe qué meditaciones abstrusas. Su corazón vuela hasta el infinito, es cierto, pero sin dejar jamás que sus pies se alcen ni un solo palmo del suelo. Sueña el derviche, pero siempre está despierto. Y es que el hombre de la senda no vive de engaños ni ilusiones, sino de realidades. El derviche ha sabido captar la esencia de las cosas, es decir, su verdadero valor. Por eso no hay nadie más práctico que él. Tampoco vive en guerra con el mundo, a la greña con todos y todo. A fin de cuentas, el derviche es quien ha dejado de depender de las cosas sin por ello tener que huir de ellas. Afirmar todo ello pudiera parecer pretencioso y altivo, sobre todo si quien lo escucha tiene el oído contaminado por el ego y su peor enfermedad, la envidia, pero si algo tiene el derviche es que cuando habla no miente; y ahí residen su verdad y su fuerza. Halil Bárcena