martes, 10 de junio de 2008

Un camino sin absurdos


"No creas un absurdo cuando
se lo oigas decir a alguien"

Mawlâna Rûmî (m. 1273)




Comentario:

La razón no debe destruir la fe, entendida como confianza profunda, pero, al mismo tiempo, la fe no puede ser repugnante a la razón. Lo espiritual, el camino interior, se despliega sobre una fina y sutil línea que anda a caballo entre la sublimidad de la mística y la irracionalidad de la locura. Que el sufismo utilice sin escatimo la paradoja y el doble sentido, que se recree en el equívoco y la anfibología, que conduzca a nuestra razón a los límites de sí misma, al finisterre de la comprensión, adentrándose con inusitada intrepidez en las aguas siempre pantanosas de la disemia, en modo alguno significa que sea una vía del absurdo, extravagante y estrafalaria. Nadie más cuerdo que el derviche, que no es ningún iluso y menos aún un vendedor de fantasías. El corazón del derviche vuela, tras haber vivido hasta el vértigo las fulgurantes paradojas de la propia senda recorrida, pero sus pies esán bien plantados en el suelo. Jamás claudica el derviche de su sentido crítico, para convertirse en alguien extasiadamente ingenuo, como algunos creen. Para nada. "Reza, pero antes ata tu camello", aconsejaba el profeta Muhammad en un conocido hadiz, caro a la tradición sufí. Lo que al derviche realmente le interesa y preocupa es el más aquí, el ahora palpitante en el que se expresa la vida, no el más allá. Lo que le acucia realmente no es lo sobrenatural, sino lo natural. No es el derviche, por tanto, un perseguidor de rarezas, ni alguien que desee huir de la racionalidad anémica que impone nuestra cultura. Y es que lo extraordinario, el milagro, no es que el sol pudiese salir un día por el norte o el sur, sino que cada día lo haga por el mismo lugar. Pero, la gente, ¡ay!, ya lo decía ese sabio idiota llamado Nasreddín, lo que en verdad desea es... ¡ver un burro volando! Halil Bárcena