Un Corán árabe
Halil Bárcena
Adentrarse en un texto árabe como el Corán es toda una aventura no solo lingüística, sino también -y fundamentalmente- espiritual. Y todo ello dadas las características de la propia lengua árabe en la que el texto coránico fue revelado; características lingüísticas que exigen que el lector vaya más allá de su propia comprensión de las cosas.
En árabe, por ejemplo, no existe una voz pasiva como tal. Tampoco existen tiempos verbales, sino matices que precisan el grado de cumplimiento de la acción, esto es, si está pendiente de llevarse a cabo o ya está plenamente efectuada. El orden sintáctico de la oración árabe (verbo-sujeto-complementos) también es distinto respecto a las lenguas europeas. Piénsese que en árabe es más importante la acción en sí que quién la realiza. Que el verbo "ser" solo se use en pasado, también es algo que no resulta de fácil comprensión.
Otra característica de la lengua árabe es la inexistencia del artículo indeterminado. Tampoco existe el superlativo como tal. Hay, por su parte, un único artículo determinado, que es invariable respecto al género y el número. Pero, tal vez uno de los rasgos más propios de la lengua árabe sea la enorme cantidad existente de oraciones copulativas sin verbo, como las llamadas oraciones nominales, que permiten expresar muchísimas nociones de modo muy directo.
Dichas oraciones nominales ofrecen la posibilidad de decir lo esencial usando muy pocas palabras, es decir, de expresar lo máximo diciendo lo mínimo. Tal especificidad lingüística ha hecho célebres a los árabes por sus proverbios, aforismos sapienciales y frases lapidarias, que recorren el Corán de principio a fin.