Sufismo, una senda de conocimiento
Halil Bárcena

مَنْ عَرَفَ نَفْسَهُ فَقَدْ عَرَفَ رَبَّهُ
("Man 'arafa nafsahu fa-qad 'arafa Rabbahu").
"Todo el tasawwuf o sufismo islámico pivota alrededor del siguiente hadīz del profeta Muhammad (palabras atribuidas por algunos otros, Mawlānā Rūmī entre ellos, a 'Alī ibn Abī Tālib): "Quien conoce su sí mismo o "nafs" (نفس), conoce a su Sustentador"; o lo que es lo mismo: quien se conoce, Lo conoce. Por lo tanto, la tradición insta al conocimiento del "nafs" y no (¡...por el amor de Dios...!) al aniquilamiento, muerte o extinción del "ego", que es como a veces se traduce el término árabe "nafs".
De ahí que podamos afirmar que el sufismo es, fundamentalmente, una vía de conocimiento y no un misticismo sustentado en la exacerbación de la piedad sentimental, como a veces vemos de forma errónea o degradada. Es la gran diferencia entre la alta espiritualidad sufí y lo que Frithjof Schuon denominaba el "sufismo medio y su falsa retórica del Amado", que, la verdad sea dicha, más que medio es bajo, muy bajo, bajísimo, ya que trata de camuflar la ignorancia del verdadero pulso de la tradición sufí, tras una palabrería meliflua y huera.
El texto coránico en el que bebe la tradición sufí no apela a la fe, sino a la inteligencia del ser humano y a su capacidad de conmoción; de ahí que inste constantemente al "tafakkur" (تفكر) o ejercicio de reflexión, sobre todo acerca de los signos divinos. Y es que para abrirnos a la maravilla de los signos no necesitamos tener fe, sino sentido común. Por eso, no ha de extrañar que una de las preguntas retóricas más recurrentes que aparecen en el Corán sea, precisamente, "¿A fa-lā tatafakkarūn?" ( أَفَلَا تَتَفَكَّرُونَ ) o, lo que es lo mismo, "¿Acaso no vais a reflexionar?".
Solo teniendo en cuenta todo lo dicho es posible comprender a Mawlānā Rūmī cuando afirma: "Nuestro amor es el fruto maduro del conocimiento" (Maznawī II, 1533); porque quien Lo conoce, cae rendido ante Él: quien Lo conoce, Lo ama".