Borges
y la lengua árabe
Halil
Bárcena
Casi treinta años después de su muerte,
la obra del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), probablemente la
figura más importante de las letras hispanoamericanas, continua siendo un
referente ineludible para las nuevas generaciones de escritores y lectores en
lengua española, y un autor de alcance universal. Y es que lejos de
empequeñecerse, la figura del maestro Borges se agiganta con el paso del tiempo,
algo ciertamente milagroso si tenemos en cuenta el carácter erudito y
metafísico, alusivo e irónico de su estilo literario único, en el que mezcla a
la perfección ficción y autobiografía. Pocos autores contemporáneos han
merecido tantos elogios y tan superlativos como Borges, a quien, sin embargo, le
negaron el premio Nobel, una injusticia literaria difícil de comprender. Más
que un escritor sin más, Borges es toda una literatura. El también escritor
argentino Alberto Manguel afirma que existe la literatura antes de Borges y la
literatura después de Borges.
En la biografía de
Borges no encontramos sucesos espectaculares, nada extraordinario, como no
fuese todo lo que llegó a leer. Borges, para quien la intimidad era sagrada, hablaba
poco de sí mismo y cuando lo hacía era para decir que más que vivir lo que él
había hecho es leer. En efecto, uno tiene la impresión que el escritor
argentino lo había leído todo. Entre sus lecturas preferidas se hallan algunos
clásicos de la literatura popular islámica, como los cuentos de Las mil y una noches, libro por el que sentía
verdadera pasión. Igualmente, se interesó Borges por la rica tradición
literaria del sufismo islámico, cuya influencia en su obra ha sido estudiada
por la profesora portorriqueña Luce López-Baralt. El interés de Borges por el
sufismo se despertó muy temprano. Sus
biógrafos cuentan que ya de joven pronunció algunas conferencias acerca del
sufismo en su Buenos Aires natal.
Pero, la atracción de
Borges por la tradición islámica fue más allá de la mera afición por la lectura.
Tal como reveló su viuda, María Kodama, hace unos años, en un homenaje
celebrado en la Casa de las Américas de Madrid, Borges, cuyo amor por el saber no
tenía límites, se dedicó en cuerpo y alma al estudio de la lengua árabe durante
los últimos meses de su vida pasados en la ciudad suiza de Ginebra, lejos de su
patria argentina. Al parecer, su profesor de árabe era un egipcio de Alejandría
que, previamente al encuentro con su inesperado alumno, había leído toda la
obra de Borges traducida al árabe. “Aquel
profesor”, confesó María Kodama en el homenaje al que hacíamos alusión, “le dedicó horas bellísimas en los últimos
días de Borges, dibujando en su mano las preciosas letras del alfabeto árabe”. Téngase
en cuenta la ceguera que padecía el escritor argentino. Lo que más le fascinaba
a Borges de la lengua árabe es la riqueza polisémica de las raíces gramaticales
árabes, cuyas combinaciones trilíteras permiten una gran variedad de sentidos y
significados. En resumen, Borges, el maestro Jorge Luis Borges, dejó este mundo
entonando la misma lengua que hablaba el profeta Muhámmad, el árabe en el que
fue recogida la palabra coránica.
(Artículo publicado originalmente en turco, en la revista turca de literatura Yedi Iklim, nº 306, septiembre, 2015, p. 48 / http://yediiklimdergisi.com/yedi-iklim-eylul-2015.html).