viernes, 25 de julio de 2014

Condiciones del maestro espiritual

Condiciones del maestro espiritual

Martin Lings


[En la atribulada contemporaneidad que nos ha tocado en suerte vivir, asistimos a dos fenómenos paralelos: por un lado, el desplome de la religión oficial en Occidente y, por otro, la emergencia de un neo-espiritualismo -nueva consciencia, lo llaman algunos- que se nutre de los elementos dispersos que sin ningún rubor ni rigor hurta de aquí y allá, fundamentalmente las grandes sabidurías orientales aún vivas, como el sufismo islámico; ignorando que una tradición espiritual constituye un hecho integral y orgánico, unitario, del que no es posible la amputación de un elemento parcial sin la pérdida de su sentido total. Además, toda tradición espiritual posee sus representantes legítimos y autorizados para transmitir los principios y valores de la propia tradición. En unos tiempos tan dados al cursillismo contumaz, infectado de maestrillos autoproclamados y buscadores de muy escaso nivel, preocupados únicamente por acumular nuevas experiencias y vivir sensaciones reconfortantes, pero incapaces del más mínimo compromiso y disciplina, nos parece oportuno traer a colación el siguiente texto de Martin Lings, en el que se exponen a las claras cuáles son las condiciones que debe reunir un maestro espiritual digno de dicho nombre. Nota de la redacción].

Todas [las tradiciones] insisten de tal modo en las tres condiciones aquí mencionadas como indispensables [para ser un maestro] que hay buenas razones para temer que, de no cumplirse alguna de ellas, todo el esfuerzo termine como un escarceo psicológico carente de toda relación con el desarrollo de nuestros estados superiores. Estas condiciones corresponden a la iniciación, la doctrina y el método. La primera resulta del principio de que es imposible acercarse al Absoluto o al Sí Mismo sin las bendiciones y la ayuda del Cielo. Tal "bendición" es el sacramento de la iniciación, el cual conduce a quien la recibe a un nuevo "nacimiento", pues la primera condición de la espiritualidad es, virtualmente, "renacer".

En cuanto al maestro espiritual, esta primera condición es extrínseca, pues a diferencia de las otras no depende de su santidad, sino de su autoridad como representante debidamente autorizado de una tradición mística de origen divino. El maestro debe personificar también una "doctrina providencial", es decir, una doctrina que depende en un sentido pleno y directo de la Revelación. La esencia de la doctrina es la verdad que distingue entre lo Real y lo ilusorio; por lo tanto, como una encarnación de esta verdad, el maestro es una presencia viva de discernimiento.

Por último, debe dominar el método que permite al contemplativo, iniciado y consagrado, concentrarse, primero mentalmente y luego con el centro de su ser, en lo Real.

(Martin Lings, La hora undécima. La crisis espiritual del mundo moderno a la luz de la tradición y de la profecía, J. J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 2009, pp. 136-137).