Los sonidos del bazar de Isfahân
Leili Castella

Adentrarse en el bazar de la
ciudad iraní de Esfahân es adentrarse en un mundo sonoro muy especial y de gran
riqueza. Es especial por cuanto nos acerca a la sonoridad del mundo
tradicional, no en vano los arqueólogos han constatado que estos particulares centros
comerciales existían en el actual Irán desde hace más de diez mil años; y de
gran riqueza, dada la variedad infinita de sonidos que en él pueden percibirse:
el repicar de los orfebres, el trasiego de carros, las conversaciones de café,
etc. Los bazares son en definitiva una explosión de sonido, de color, de olores y de sentidos.
Dícese que "bazar" deriva del término de la lengua persa media wâzâr,
la cual posiblemente derive a su vez de bahâchâr, el lugar de los precios.
Originado en la zona de influencia de Persia, el concepto de bazar se
transportó a zonas distantes de miles de kilómetros entre sí.
De entre todos los sonidos que
el viajero puede percibir en el bazar de Esfahân, hay uno que fascina
especialmente: el de las conversaciones entre compradores y vendedores. El
bazar es la máxima expresión de la oralidad, rasgo que precisamente define la
civilización islámica, y el regateo, lejos de ser un mero entretenimiento o una
curiosidad para el turista, es una transacción comercial en toda regla a la vez
que una forma precisa y flexible de ajustar los precios casi diariamente en
función de las vicisitudes de los mayoristas, fabricantes, artesanos,
proveedores de materias primas y transportistas. Pero en el mundo tradicional, una transacción
comercial es también un intercambio oral de conocimiento y de experiencia entre
el comprador y el vendedor. Se adivina que hay mil refranes, rituales, gestos y
habilidades a la hora de regatear que para todos los iraníes resultan
fundamentales para que un individuo adquiera una mayoría de edad social.
Como bien explica Alfred G.
Kavanagh (1), los bazares son el lugar por excelencia de la vida pública en el
mundo islámico, y las transacciones comerciales y todo lo que presuponen,
poseen una significación trascendente para los musulmanes. No hay que olvidar
que, en su juventud, el profeta Muhammad fue comerciante y participó en
numerosas expediciones comerciales actuando como agente de su primera esposa, Jadiya. Estos viajes realizados antes de su misión profética tuvieron un gran
impacto en su visión posterior de la comunidad musulmana.

Por si cupiera alguna duda
acerca de su importancia, cabe añadir que las transacciones comerciales aparecen
citadas en el Corán en más de una ocasión, como es el caso de la azora
2, 275-276, la cual contiene una sanción divina a favor del comercio y una
condena radical a cualquier forma de usura. Reseña Kavanagh que "en la
época pre-islámica los préstamos realizados con un elevado interés por algunas
tribus judías a los comerciantes de la Meca habían terminado por arruinarles.
De ahí que uno de los pilares del comercio islámico se base en la prohibición
de prestar dinero o cualquier bien a cambio de recibir un interés". Y es que, concluye Kavanagh, "la
transacción comercial sujeta a las prescripciones coránicas representa la mejor
expresión de la justicia entre los hombres y sobre todo contribuye a la expansión de la comunidad de
los creyentes".
Notas:
(1) Alfred G. Kavanagh, Irán por dentro. La
otra historia, J. J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 2010, pp. 652 a 656.
Leili Castella es licenciada en derecho, pianista y rebâbista. Directora de la escuela de música 'Baraka. Música con Alma' y coordinadora del Institut d'Estudis Sufís de Barcelona.