sábado, 15 de marzo de 2014

Cuerpos de gloria

Entregar el cuerpo a una causa

Yukio Mishima


Era una llama de la carne que palpitaba débilmente a merced de la brisa helada: una llama, casi podríamos decir de nobleza. La sensación de entregar el cuerpo a una causa daba nueva vida a mis músculos. Estábamos unidos en busca de la muerte y de la gloria; no se trataba sólo de mi búsqueda personal. Los latidos del corazón se comunicaban al grupo; compartíamos el mismo pulso agitado. A estas alturas, la conciencia de sí mismo era algo tan remoto como el rumor de la ciudad en la distancia. Yo les pertenecía, ellos me pertenecían a mí; los dos formábamos un inequívoco 'nosotros'. Pertenecer a: ¿podía haber una forma más intensa de existencia? Nuestro pequeño círculo de unicidad era un medio que nos permitía la visión de ese vasto, titilante círculo de unicidad. 

(Yukio Mishima, El sol y el acero, Alianza Editorial, Madrid, 2010, p. 96).