La 'Nueva Era',
un síntoma de descomposición
Julius Evola

Según Spengler, uno de los fenómenos que acompañan constantemente las fases terminales de una civilización es la 'segunda religiosidad'. Al margen de las estructuras de una bárbárica grandeza, del racionalismo, del ateísmo práctico y del materialismo, se manifiestan formas esporádicas de espiritualidad y de misticismo, incluso irrupciones de lo suprasensible, las cuales no representan un re-ascenso, sino que son en cambio síntomas de descomposición. No se trata más de la religión de los orígenes, de las formas severas que, en tanto patrimonio de élites dominantes, se encontraban en el centro de una civilización orgánica y cualitativa (es lo que nosotros denominamos propiamente como el mundo de la Tradición), para determinar todas sus expresiones. En la fase de la que aquí se trata, las mismas religiones positivas pierden toda dimensión superior, se secularizan, se achatan, dejan de tener su función originaria. La 'segunda religiosidad' se desarrolla por afuera de las mismas, pero se expresa también afuera de las corrientes principales y predominantes de la existencia y, en general, teniendo el significado de un fenómeno de evasión, de alienación, de confusa compensación, el cual no incide en ninguna manera seriamente sobre la realidad, pues ésta ya corresponde a una civilización sin alma, mecanicista y puramente terrenal. Tal es pues el lugar y el sentido de la 'segunda religiosidad'. El marco puede ser completado remitiéndonos a Guénon -autor de una doctrina más profunda que la de Spengler- el cual ha constatado que, luego de que el materialismo y el 'positivismo' del siglo XIX habían proveído a cerrarle al hombre el camino hacia lo que se encuentra por encima de él -lo verdaderamente sobrenatural, la trascendencia-, múltiples corrientes del siglo XX, que tienen justamente una semblanza 'espiritualista' o de 'nueva psicología', tienden a abrirlo a lo que se encuentra por debajo de él, por debajo del nivel existencial que corresponde en general a la persona humana formada. Se puede usar una expresión de A. Huxley y hablar de una 'autotrascendencia descendente' opuesta a la 'autotrascendencia ascendente'.
(Julius Evola, Cabalgar el tigre, Heracles, Buenos Aires, 1999, p. 226-227).