Acerca
del tawḥīd y la estética islámica
Halil
Bárcena
En La disputa entre los hombres y los animales,
de los Ijwān al-Ṣafā’ o Hermandad de la Pureza, del siglo X, se afirma que cuando se quiere conocer algo en su
sentido absoluto, debe buscarse no únicamente en su faceta efímera y aparente,
sino en su realidad interna y esencial, donde siempre reside la belleza eterna. El arte del islam debe su belleza a una
sabiduría que lo ‘informa’. Dicha sabiduría constituye el principio medular por
excelencia del legado islámico, la intuición espiritual primordial contenida en
el Corán: el tawḥīd.
“Para
los historiadores modernos del arte, una obra sólo es ‘artística’ en la medida
en que lleva el sello de una personalidad individual, mientras que para el
espíritu tradicional del islam la belleza es esencialmente la expresión de una
verdad universal” (Titus Burckhardt, Espejo del intelecto, p. 77).
“El suelo de Arabia, con su monotonía
majestuosa, estaba hecho por la Providencia a la medida de una existencia
centrada por completo en el tawḥīd o conciencia de la Unidad divina (…) El
nacimiento del arte sacro -y el del Islam merece este epíteto- corresponde por
fuerza a una exteriorización providencial de lo que en la tradición es más
interior; de aquí el estrecho vínculo entre el arte sacro y el esoterismo” (Titus
Burckhardt, El arte del islam, p. 20-21).
“La
Unidad, aun siendo eminentemente ‘concreta’ en sí, se presenta al espíritu
humano como una idea abstracta. Esto es lo que explica, junto con determinados
factores derivados de la mentalidad semítica, el carácter abstracto del arte
musulmán. El Islam está centrado en la Unidad, pero la Unidad es algo que
ninguna imagen puede expresar (…) Para el artista musulmán, en cambio, el arte
abstracto es la expresión de una ley; manifiesta del modo más directo la Unidad
en la multiplicidad” (Titus
Burckhardt, Principios y métodos del arte
sagrado, p. 115-118).
“La
profesión de fe ‘no hay más dios que Dios’ se puede parafrasear con ‘no existe
una parte fuera del todo’ (…) La doctrina de la unicidad de lo divino es
central en la revelación coránica. La espiritualidad de los beduinos, formada
en la inmensidad del desierto y del infinito cielo estrellado, dio origen a una
concepción artística no figurativa y antinarrativa. La abstracción sirve para
expresar de forma visible lo espiritual a través de la geometría, el ritmo y la
palabra, la única verdad que otorga directamente Dios” (Luca
Mozzati, El islam. Un arte entre la
divinidad y el refinamiento, Electa Bolsillo, Barcelona, 2005, p. 8).