miércoles, 12 de diciembre de 2012

Virtudes caballerescas

Virtudes caballerescas


Halil Bárcena




Se ha dicho que los preceptos básicos de la futuwwa o caballería espiritual islámica constituyen las virtudes fundamentales del ideal de hombre sufí. En el ámbito mevleví, muy probablemente fue Husâm al-Dîn Çelebî, íntimo compañero de Mawlânâ Rûmî (m. 1273), a quien el maestro persa de Konya dictó su Masnavî, y hombre muy ligado al espíritu de los gremios de artesanos, quien introdujo ciertas maneras protocolarias, así como algunos procedimientos, sobre todo respecto a la iniciación espiritual, provenientes de la futuwwa. Sea como fuere, lo cierto es que los derviches mevlevíes, más que cualquier otra corriente sufí, se han caracterizado desde sus inicios por el cultivo esmerado del adab o educación espiritual, que también podríamos traducir por ‘comportamiento recto y caballeroso’; y es justamente en el adab mevleví donde brillan los preceptos básicos de la futuwwa, a los que aludíamos al comienzo, y que podríamos sintetizar en cinco: valor, lealtad, generosidad, cortesía y franqueza. Lo que hace de un mevleví un derviche digno de dicho nombre preñado de nobleza es, precisamente, ese puñado de preceptos que pasan por ser las virtudes distintivas de los derviches inspirados en la senda de sabiduría y amor de Mawlânâ Rûmî. En el cultivo de dichas virtudes, que no son sino el fruto maduro de un saber que va más allá del conocimiento habitual, residen la nobleza y la caballerosidad del derviche. Y es que nada resulta más innoble que la cobardía, la traición, la mezquindad, la mentira o la vulgaridad. 

¡Adab, yâ Hû! reza un viejo aforismo mevleví que decoraba las antiguas jânaqas derviches y que hoy se enseña a los chicos y chicas en las escuelas turcas. El derviche pide revestirse con el manto de la educación espiritual; más aún, pide encarnar dichas nobles virtudes, que sean carne de su carne. Realizarse es identificarse con ellas. Un ejemplo: el derviche no aspira a no mentir. Porque no es lo mismo ser un hombre verídico que no decir mentiras. El objetivo no es luchar por dichas virtudes, sino vivir desde ellas, de iluminar a través de ellas. Así, y sólo así, es como se cumple el consejo de Mawlânâ: "Sé como te muestras y muéstrate como eres".