Samā‛,
acerca de la danza derviche
Halil Bárcena
La danza derviche del giro o muqābala (samā‛ en su forma más genérica) no es una técnica de evasión. Ésa fue la divisa
característica de Rūmī y sus seguidores: la música como forma de conocimiento,
jamás como ensoñación que aleje al ser humano de la realidad. En efecto, el samā‛ constituye el rasgo más notorio
del sufismo mawlawī. A diferencia de
otras expresiones musicales sufíes, el samā‛
mawlawī se distingue por su sobriedad. En cierto modo, se trata de una
representación, de una celebración si se quiere, de la danza del Cosmos. En el samā‛, esa suerte de meditación en
movimiento, de silenciamiento dinámico del ruido del ego, el derviche, vaciado
de sí mismo, en un estado de kénosis, se
hace uno con el ritmo cósmico del universo. El samā‛ no sólo resume toda manifestación de vida, sino igualmente,
de manera simbólica, toda la existencia.
Por consiguiente, en modo alguno se trata de una danza
extática, a la manera de otras expresiones corporales sufíes. De hecho, ni la
música ni la danza mawlawīes lo son.
En el caso de Rūmī, y más aún en el de sus herederos los derviches giróvagos,
se produce una verdadera inversión de los términos, puesto que el éxtasis es
más causa que efecto. Como bien afirma el místico persa Sohrawardī al referirse
a la danza sufí: “No es la danza la que
produce el estado interior del alma, sino el estado interior del alma el que produce
la danza”. En otras palabras, el éxtasis es previo a la danza y no
consecuencia de ésta. Se danza para celebrar y mostrar, sin perseguir o anhelar
nada a cambio. Según reza un célebre ḥadīṯ, uno de
los fundamentos escriturarios de la danza de los derviches: “El que no baila al recuerdo del Amigo no
tiene amigo”. El recuerdo del Amigo, su presencia viva en el corazón del
derviche, es anterior, previo a la danza, no fruto de ella. “Se habla habitualmente de danzas extáticas”,
escribe Jean During, “sobreentendiendo
que estos movimientos son capaces de inducir el éxtasis. Sin embargo, los
sufíes son prácticamente unánimes sobre este punto: no es la danza lo que
produce el estado de gracia, es lo contrario; el verdadero sufí no danza o no
se agita más que cuando el éxtasis se apodera de él y o bien no puede más o
bien no desea controlarse más”.