miércoles, 19 de diciembre de 2012

Samâ', acerca de la danza derviche


Samā‛,
acerca de la danza derviche


Halil Bárcena



La danza derviche del giro o muqābala (samā‛ en su forma más genérica) no es una técnica de evasión. Ésa fue la divisa característica de Rūmī y sus seguidores: la música como forma de conocimiento, jamás como ensoñación que aleje al ser humano de la realidad. En efecto, el samā‛ constituye el rasgo más notorio del sufismo mawlawī. A diferencia de otras expresiones musicales sufíes, el samā‛ mawlawī se distingue por su sobriedad. En cierto modo, se trata de una representación, de una celebración si se quiere, de la danza del Cosmos. En el samā‛, esa suerte de meditación en movimiento, de silenciamiento dinámico del ruido del ego, el derviche, vaciado de sí mismo, en un estado de kénosis, se hace uno con el ritmo cósmico del universo. El samā‛ no sólo resume toda manifestación de vida, sino igualmente, de manera simbólica, toda la existencia.

Por consiguiente, en modo alguno se trata de una danza extática, a la manera de otras expresiones corporales sufíes. De hecho, ni la música ni la danza mawlawīes lo son. En el caso de Rūmī, y más aún en el de sus herederos los derviches giróvagos, se produce una verdadera inversión de los términos, puesto que el éxtasis es más causa que efecto. Como bien afirma el místico persa Sohrawardī al referirse a la danza sufí: “No es la danza la que produce el estado interior del alma, sino el estado interior del alma el que produce la danza”. En otras palabras, el éxtasis es previo a la danza y no consecuencia de ésta. Se danza para celebrar y mostrar, sin perseguir o anhelar nada a cambio. Según reza un célebre adī, uno de los fundamentos escriturarios de la danza de los derviches: “El que no baila al recuerdo del Amigo no tiene amigo”. El recuerdo del Amigo, su presencia viva en el corazón del derviche, es anterior, previo a la danza, no fruto de ella. “Se habla habitualmente de danzas extáticas”, escribe Jean During, “sobreentendiendo que estos movimientos son capaces de inducir el éxtasis. Sin embargo, los sufíes son prácticamente unánimes sobre este punto: no es la danza lo que produce el estado de gracia, es lo contrario; el verdadero sufí no danza o no se agita más que cuando el éxtasis se apodera de él y o bien no puede más o bien no desea controlarse más”.