Halil Bárcena
“Ningún otro místico y poeta del mundo islámico”, reconoce la islamóloga alemana Annemarie Schimmel, “es tan conocido en Occidente como lo es Rūmī”. Sorprendentemente,
hoy, a la vuelta del tiempo, algunas de las traducciones de los poemas de Rūmī
han llegado a lo más alto de las listas de libros más vendidos en Estados
Unidos y, en menor medida, en Europa. El 25 de noviembre de 1997, el rotativo
norteamericano The Christian Science
Monitor recogía un artículo de la periodista Alexandra Marks, en el que
podía leerse que el místico sufí persa Mawlānā Rūmī “se ha convertido en el poeta más vendido en los Estados Unidos”. Ese mismo
año de 1997, pocos días antes, el 3 de noviembre, otro prestigioso diario
norteamericano, el USA Today, incluía entre su selecta lista de recomendaciones
literarias el libro The Illuminated Rumi,
una antología de poemas de Rūmī versionados libremente por Coleman Barks e
ilustrados por Michael Green.
La proclamación por parte de la UNESCO del “Año
Internacional Rūmī”, el 2007, coincidiendo con el 800 aniversario del
nacimiento del maestro de Konya, ha supuesto el reconocimiento oficial del
carácter universal de su mística, así como la culminación de casi tres siglos
de encuentros occidentales con la tradición literaria persa de inspiración
sufí, de interfecundación entre Occidente y el Oriente islámico. En cierto
modo, la celebración mundial de dicha efeméride, un acontecimiento no carente
de trascendencia en esta época de encuentro forzado de culturas, vendría a
hacer bueno el aforismo bektaşí según el cual: “El santo lo es para todo el mundo”; y para todos los tiempos,
añadiría yo. Su verbo no se vuelve raído como el del teólogo, que con el paso
del tiempo acaba arruinándose. Efectivamente, el santo, el walī o amigo de Dios, según el léxico técnico sufí, no se pertenece
a sí mismo. Su fuerza germinativa escapa a su tiempo, está por encima de él,
más allá de cualquier determinismo espaciotemporal. Hay hombres, los
awliyā, que poseen un raro y misterioso poder de imantación espiritual.
Rūmī es uno de ellos. Dice el Corán a
propósito de su estado interior: “¿No es
cierto que los amigos de Allāh no tienen miedo ni se entristecen?” (10, 62).
No obstante la notable popularidad alcanzada por Rūmī,
al menos por un cierto Rūmī, entre el público cultivado occidental, aún sigue
siendo un autor en buena medida desconocido, con muchos interrogantes por
elucidar. Y es que la ventolera de estima que le ha sobrevenido al maestro
persa tras la ingente proliferación de versiones de sus poemas no se ha
traducido, a mi modo de ver, en una mejor y más certera comprensión de su vasta
obra, cuajada de sentidos, y de su proteica personalidad. Esto ha sido así,
fundamentalmente, debido al bajo umbral de exigencia de los propios adaptadores
y a su infrecuente rigor académico. El estudioso norteamericano Ibrahim Gamard,
escrupuloso traductor al inglés del místico persa, reconoce lo siguiente: “He adoptado un enfoque muy literal a la
hora de traducir la poesía de Rūmī. Se trata, en parte, de una reacción frente
a la proliferación de supuestas traducciones de la poesía de Rūmī, las cuales
son de hecho versiones interpretativas poéticas, realizadas por autores que no
saben leer persa (aunque han utilizado traducciones literales y fiables hechas
por especialistas), las cuales han llegado a ser bastante populares, si bien a
menudo están distorsionadas (a veces por la adición de líneas que no aparecen
en el original de Rūmī)”.
Una de
las voces internacionales más competentes en Rūmī, Annemarie Schimmel, alguien
para quien el maestro persa fue “su
compañero, protector, guía y mucho más”, se expresa en términos muy
parecidos a los de Gamard cuando afirma: “Están
también las cada vez más numerosas “traducciones”, adaptaciones libres de los
versos de Rūmī, realizadas por poetas occidentales cuyo entusiasmo no va
acompañado desafortunadamente de un buen conocimiento de la lengua persa y la
cultura islámica”. Schimmel se lamenta del pírrico conocimiento que en
Occidente -pero también en Oriente- se posee de Rūmī, sobre todo de su
enseñanza sufí y del verdadero alcance de ésta, y todo ello a pesar de la
estimable visibilidad que ha cobrado el místico persa en los últimos tiempos y
de la verdadera Rūmī-manía -la
expresión es de Franklin D. Lewis- que se aprecia en determinados círculos
occidentales. El perfil de dicho Rūmī mediático está repleto de agujeros
negros. Dice la profesora germana: “De
hecho, la literatura escrita sobre Mawlānā Rūmī tanto en Oriente como en
Occidente ha desatendido, a veces, problemas que resultan esenciales para nuestro conocimiento del desarrollo
del pensamiento de Rūmī. Especialmente, durante las últimas décadas, cuando el
amor por Rūmī se convirtió casi en una moda en algunos círculos -derivada en
parte de la fascinación por la danza circular de los derviches, que puede ahora
ser vista en Occidente-, distintas publicaciones escritas por no especialistas
han enfatizado, a menudo, el papel de Mawlānā como el eterno extático, el
maestro del Amor ”.