Senda 'mevleví',
una vía de conocimiento
Halil Bárcena
Se ha dicho no sin razón que la senda mevleví,
inspirada en el poeta y sabio sufí persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273), es
aristocrática (¡en el sentido más noble del término!), artística (recuérdense
la danza y la música de los derviches giróvagos) y marcadamente intelectual.
Veamos algunos detalles a propósito de este último rasgo, dejando los dos
restantes para mejor ocasión. La metodología sufí de los derviches mevlevíes se caracteriza por la
solidaridad existente entre el conocimiento y la espiritualidad. Así, el
estudio (dirâsa) de los textos fundantes de la senda mevleví, esto es, la obra del propio Mawlânâ, sobre todo el
omniabarcante Masnaví, así como el
propio texto alcoránico, es una tarea a la que los derviches han dedicado
sus mejores esfuerzos. Piénsese que una de las estancias imprescindibles de los
antiguos mevlevihanés o lugares de
encuentro mevleví era, justamente, el
llamado mesneví-hané o aula en la que
los derviches eran instruidos en el conocimiento de los secretos del Masnaví.
Asimismo, la metodología mevleví incluye la reflexión meditativa o tafakkur acerca de temas específicos de la vía interior. “¿A-fa-lâ tatafakkarûn?” (“¿Acaso no vais a reflexionar?”), leemos
repetidamente en el texto coránico. Hay que recordar una vez más que el sufismo mevleví es una senda de conocimiento, no una fraternidad fundada en
el altruismo o la piedad religiosa. En ese sentido, una de las grandes
aportaciones de Mawlânâ Rûmî, y por extensión del sufismo mevleví, es haber restablecido el lazo roto entre conocimiento y amor, fe
y razón. Y es que hay quienes abandonan la fe (îmân), entendida como apertura existencial a lo sagrado y el
misterio de lo divino, en la medida que razonan, algo absurdo; mientras que hay
quienes no saben pensar en la medida que tienen fe, algo trágico.