Geometría
sagrada
y estética islámica
Halil Bárcena
Decía Platón que la geometría es la ciencia de lo que siempre es. Dicho
de otra forma, la geometría es una ciencia del conocimiento del ser, pero no de
lo que está sujeto a la generación y la corrupción, el nacimiento y la muerte. En
cierta manera, la geometría se ocupa de la parte del cambio que no
cambia. Los artistas islámicos heredaron dicha concepción platónica de la
geometría: la hicieron suya y la aplicaron a sus distintas creaciones. Y es
que, fundamentalmente, el del islam es un arte basado en la geometría: toda la
estética islámica, desarrollada en parte por los espirituales sufíes, se
fundamenta en la geometría. En la geometría y la aritmética, que tiene que ver con
el recuento cíclico de los ritmos.
La geometría permite plasmar una intuición espiritual primordial del
islam, ampliamente realizada por los sufíes: que la multiplicidad (kazra) demuestra la unicidad del ser (tawhîd). El caso específico de la
estrella así lo pone de manifiesto. La estrella de cinco puntas, por ejemplo, multiplica
su sentido simbólico al repetirse, perdiendo su significado como elemento aislado
para adquirir una nueva dimensión dentro de un conjunto unitario. Y lo mismo
sucede con los hexágonos regulares y los triángulos equiláteros, cuya simetría
intrínseca repetida regularmente desemboca en intrincados diseños de una enorme
creatividad que constituyen la base del teselado islámico, usado para cubrir
superficies planas mediante la repetición regular de un mismo patrón de figuras
geométricas.
Las reglas tanto geométricas como aritméticas desarrolladas por los
artistas musulmanes supusieron la consecución de unas formas ideales que, según
los propios sufíes, venían a simbolizar la trama unitiva de la existencia, algo
no muy ajeno a la concepción pitagórica del universo. De tal manera que el
artista devendría una suerte de sabio o ‘arif
conocedor de las leyes sagradas y eternas que rigen la vida, por las que
todo se repite y se renueva y que el hombre observa en la naturaleza y plasma
mediante distintos símbolos. Es la concepción sufí de la renovación de la
creación a cada instante, elaborada a partir del texto alcoránico.
La captación del ritmo en la naturaleza (en el crecimiento de las plantas
y lo seres vivos en general, por ejemplo) y el descubrimiento de sus
proporciones intrínsecas dará como resultado una estética fundamentada en la
aritmética, en la cual la emoción se desborda al contemplar (y comprobar) la
repetición de los distintos ciclos vitales. Que la estética islámica prime la
importancia de la geometría y la aritmética está en consonancia con una
tradición espiritual fundamentalmente intelectual (e intelectiva) que parte y
se despliega desde el conocimiento y no desde la sentimentalidad. La
determinación de las proporciones correctas e incorrectas se impone a la
experiencia subjetiva y el sentimiento. En consecuencia, la geometría vendría a
expresar la ley divina o sharî’a según
la cual las cosas son lo que son y no otra cosa, y en la que el sentimiento
personal nada interviene.
Según lo dicho, y siempre desde el punto de vista
islámico, la creatividad artística no consistirá en la búsqueda neurótica de lo
nuevo, falsa concepción moderna de lo original, sino en la recreación de un
mismo tema, multiplicando sus variaciones ad
infinitum.