miércoles, 11 de abril de 2012

Condiciones de la vía sufí


Condiciones de la vía sufí



Halil Bárcena




Dedicación, pasión, atrevimiento y prudencia. He ahí las cuatro condiciones que exige la senda interior sufí. Sin dedicación, que es sinónimo de constancia y también de paciencia, nada puede llevarse a cabo. Y la dedicación significa centramiento o, lo que es lo mismo, reunión de lo disperso. Por supuesto, no hay dedicación sin esfuerzo.

La pasión comporta un estado de enamoramiento, pero no del camino en sí, sino del objeto, digámoslo así, de la búsqueda. La pasión no es más que el fuego que mantiene viva la llama de la indagación espiritual. La pasión tiene que ver con el sentimiento o, si se prefiere, con el sentir profundo, pero no con el sentimentalismo, que es uno de los peores obstáculos del camino interior. En ese sentido, valdría la pena distinguir, como recomienda Frithjof Schuon, entre sentimiento, sentimentalidad y sentimentalismo. El sentimiento, cuando es sentir profundo, siempre es amor en su substancia; y éste (como aquél), lleva a cabo en el ser humano una discriminación entre lo que es noble y bondadoso y lo que no lo es. La sentimentalidad no es ni más ni menos que la capacidad innata de sentir que posee el ser humano, del mismo modo que la intelectualidad es el carácter de lo que es intelectual, al tiempo que la tendencia hacia el intelecto. El sentimentalismo, por su parte, es un sentimiento opuesto a una verdad, con lo que contradice toda actitud racional y además la usurpa. Como tal, el sentimentalismo constituye un grave obstáculo (para algunos, insoslayable) del camino interior.



El atrevimiento, que jamás puede confundirse con la frivolidad, es una suerte de acicate interior que nos impulsa a ir más allá de todo límite. Es en ese sentido y no otro que el sufismo constituye una apuesta radical por una espiritualidad libre, exenta de cualquier tipo de sumisión o actitud acomodaticia. Una espiritualidad profunda que va más allá de cualquier atadura formal. De ahí que para el derviche la religión no sea jamás un lugar de llegada, sino un punto de partida.Y, por último, tenemos la prudencia, algo que no se contradice con lo anteriormente expuesto del atrevimiento. Hay que ser siempre prudentes. Del mismo modo que el atrevimiento nada tiene que ver con la frivolidad, tampoco tiene que ver con la temeridad. El sufismo supone un reto y todo reto merodea el riesgo. Pues bien, delante del reto, para salir airoso de él, se precisa de la prudencia, que también tiene que ver con la discreción. La senda sufí no es secreta, pero sí discreta. En un mundo actual donde todo el mundo quiere hablar, aunque sea de nada, la opción del derviche es callar y escuchar.