Gales sigue adelante
en una jornada incompleta
en una jornada incompleta
Halil Bárcena

La segunda jornada del torneo de las Seis Naciones de Rugby fue incompleta, ya que el a priori interesantísimo test-match entre Francia e Irlanda hubo de suspenderse, caso insólito en la historia del torneo, a causa del hielo que cubría el Stade parisino. El choque entre los franceses y los del trébol tendrá lugar el 4 de marzo. Por lo que respecta al resto de la jornada, Inglaterra tuvo que emplearse a domicilio para doblegar a unos correosos italianos (15-19) que no desean llevarse la cuchara de palo nuevamente. En el encuentro restante, País de Gales, cada vez más sólido en su papel de favorito (y, que no se olvide, donde el rugby se vive como en pocos lugares) venció con holgura a unos escoceses (27-13) que no acaban de dar con la fórmula para ganar, a pesar de que por momentos despliegan un juego interesante.
Es mucho lo que se aprende de este deporte único, más aún en estos tiempos almibarados donde la sensiblería empalagosa lo invade todo, incluso el ámbito de la espiritualidad. No hay más que darse cuenta del tipo de traducciones que hoy circulan de la poesía de Mawlânâ Rûmî (m. 1273), por ejemplo, para darse cuenta de la ola de sentimentalismo que nos azota. El caso es que cada jornada del Seis Naciones de Rugby constituye una oportunidad inmejorable para aprender de estos nobles caballeros que son los jugadores de rugby. Me vienen ahora a la memoria unas sabias palabras de Tomás Petersen, que vistió en 29 ocasiones la camiseta albiceleste de Los Pumas argentinos, en las que decía a propósito de su experiencia como jugador de rugby: "El rugby a mí me ayudó a sentirme alguien y a la vez me dio una pauta para no sentirme demasiado"; algo, curiosamente, que algunos ni siquiera han vislumbrado después, eso sí, de años y años de prácticas y más prácticas de meditación y otras lindeces.
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