lunes, 28 de febrero de 2011

La medida de lo espiritual


Medir lo espiritual



Halil Bárcena





Cuando el conocimiento del hombre respondía a una epistemología mítica y el pensamiento estaba marcado por lo mágico, una de las pruebas, tal vez la más irrefutable, de que alguien poseía valor -e incluso poder- espiritual era el milagro. En efecto, el hombre espiritual era capaz de subvertir el orden de la naturaleza, en virtud de la gracia divina. Hoy, sin embargo, que ya no poseemos dicha epistemología mítica, ¿cuál podría ser el barómetro para medir lo espiritual? No lo sabemos a ciencia cierta. Con todo, existen indicios. Ahí va cuál es para mí la balanza de medir lo espiritual.

A mi modo de ver, por muy versado que uno sea, por muchos seguidores que uno cuente, por muy florido que sea el verbo que se emplee para hablar, por muchos libros que uno haya escrito o haya acumulado títulos y más títulos, si en el supuesto "sabio" y alrededor de él no crecen la libertad, la paz y la alegría, a mí, personalmente, no me despertará demasiado interés. Libertad, que es permanecer fiel únicamente al espíritu de la verdad, sin otras servidumbres; paz, que es vivir de forma homogénea, teniendo un centro, siendo como uno se muestra y mostrándose como uno es; y alegría, que es el fruto maduro tanto de la libertad como de la paz. He ahí cuál és para mí la verdadera medida de la persona de hondas cualidades espirituales; he ahí a ése que los sufíes denominan al-insân al-kâmil, esto es, el hombre universal, el único digno de ser llamado ser humano, alguien libre, en paz consigo mismo y con el resto, y, cómo no, alegre. Nada más. Tan sencillo -¡y tan grande!- como eso.