viernes, 14 de mayo de 2010

Símbolos: la granada

El simbolismo de la granada


Halil Bárcena





Con la llegada del otoño, empiezan a verse las primeras granadas -o granados, que también así se conoce a dicha fruta, rica en propiedades antioxidantes-. Los referentes principales de la espiritualidad islámica reconocen el valor simbólico de la granada. Afirma 'Alî, paladín de derviches y caballeros espirituales (javânmardâ): «La luz de Al·lâh está en el corazón de aquellos que comen granadas». Y el propio profeta Muhammad, principal fuente de inspiración del sufismo, dice: «El granado os libra de Satán y de las inspiraciones del mal por cuarenta días». La granada ha sido cantada desde siempre por los vates sufíes, como un símbolo perfecto de la unidad absoluta de existencia, que es la intuición espiritual fundamental del sufismo. Los sabios sufíes de antaño, finos observadores de la realidad real (no solo apariencial) de las cosas y sus infinitas posibilidades simbólicas, advirtieron que en dicha fruta la (aparente) multiplicidad de los granos no era más que un espejismo, justo como le ocurre al ser humano cuando mira fuera de sí y contempla, por ejemplo, la soberbia variedad de formas de la naturaleza. Para los sufíes, bajo la aparente multiplicidad de los granos de la fruta de la granada subyace la absoluta e indiscutible unidad de la existencia; y si se quiere, la uniad del ser, que no es en este caso un sustantivo sino un verbo, es decir, pura acción. Con todo, lo que en verdad simboliza a la unidad en la fruta de la granada es su mosto embriagante.


Afirman los maestros sufíes, Ibn 'Arabí por ejemplo, que quien es capaz de saborear el mosto de la granada, esto es, de ver la unidad subyacente de la realidad, más allá del velo apariencial de las formas y de las cosas, accede a la cuarta estación del viaje místico, la que corresponde a la absorción de la multiplicidad en la unidad, que es, justamente, la etapa de la granada. Beber el mosto de la granada equivale a ver la realidad realmente real, comprender las cosas tal como son. Beber dicho mosto es embriagarse del conocimiento de la unidad del ser, un conocimiento que, como la fruta de la granada, es benéfico como el sol y posee propiedades antioxidantes. Y es que conocer es vivir, vivir mucho más y mejor. No es extraño, pues, que, aún hoy en día, herencia de todo cuanto decimos, la granada sea la fruta que comen los iraníes en la noche de Yaldâ (Yule, el solsticio de invierno), la noche más larga del año, o sea, aquella en la que el sol, la luz, está en su punto más bajo y se dispone a ascender e iluminar y calentar con más vigor.