domingo, 19 de abril de 2009

Como una mariposa


"Debes desear las alas de cientos
de miles de mariposas
para quemarlas ante la luz:
un par cada noche.
La mariposa ve la luz y se incendia.
Tú deberías ver el fuego y dirigirte a la luz"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)




Comentario:
Fue Mansûr-e Hallây, el sufí mártirizado en Bagdad (m. 922), quien por vez primera usó la imagen de la mariposa lanzándose hacia la llama encendida, como metáfora del derviche que atraido por la luz del conocimiento se adentra en él y perece en su fuego. Y es que en la senda interior no hay lugar para dos "yoes", no caben dos voluntades. Tomarse a sí mismo por alguien real es una auténtica ruina. De ahí que todo el afán de los grandes maestros sufíes haya sido posibilitar darse cuenta que, al fin y al cabo, uno no es sino el escenario privilegiado en el que la vida, que el hombre no ha elegido vivir, se despliega y se dice a sí misma. De ahí que podamos afirmar que el hombre de conocimiento es un vacío hecho transparente a través del cual habla lo divino. Por eso, sostienen los derviches, verse a sí mismo en ninguna parte es, simbólicamente hablando, ver a Dios en todas partes. Quien se vive a sí mismo como nada, lo vive a él como todo. Pero, que nadie se lleve a engaño, Dios no es más que una torpe -¡aunque eficaz!- figura antropomorfa para expresar lo que, justamente, no se puede expresar; una forma simbólica de referirse a la dimensión absoluta de la realidad. Nada, pues, en que creer; nadie al que someterse o pedir algo. Bien entendido, "Dios" no es, no puede ser jamás Dios. Halil Bárcena