jueves, 18 de septiembre de 2008

Ubud, Bali (Indonesia)


De entre los millares de islas que componen el collar del archipiélago indonesio -17.508 según fuentes oficiales, de las que apenas seis mil están habitadas-, Bali brilla con luz propia. Pero, Bali no es simplemente un lugar exótico en la geografía de Indonesia, el país que alberga la mayor población musulmana del mundo. Bali es mucho más que un territorio agraciado y una historia densa y profunda. Bali es una metáfora luminosa, Bali es poesía. Bali es el color, Bali es la belleza: la de sus aldeas vírgenes, las tupidas junglas tropicales, las profundas gargantas fluviales, los fértiles arrozales abancalados que trepan ordenados por las onduladas laderas hasta casi tocar el cielo.


Toda la historia de un pueblo está grabada en su paisaje a través de las distintas formas de ocupación del territorio: la división parcelaria de los espacios, la construcción de márgenes y bancales, los diferentes tipos de cultivos, la estructura de las acequias y redes de regadío, la trama de atajos y caminos. El paisaje balinés nada -o bien poco- tiene que ver con lo generado de forma espontánea por la naturaleza, sino con las manos abnegadas de generaciones y generaciones de anónimos campesinos y campesinas que dejaron lo mejor de sus vidas en el lienzo de una tierra privilegiada. Todo cuanto vemos ha sido antropizado, es decir, transformado por la acción creadora del hombre.


Bali es la belleza de un vibrante legado histórico esculpido en palacios y templos sagrados que nos hablan de una milenaria civilización de raíces hinduistas y budistas en la que aún perviven retazos del antiguo animismo. Bali es la belleza del variopinto patrimonio de arte, música, danza y artesanía que impregna sus aldeas y villas. Bali es, también, la belleza de sus gentes: la de sus jóvenes, ellos y ellas, la de sus mujeres.


En el corazón de la isla, en su región central, se alza la hermosa villa de Ubud, verdadero centro artístico balinés. Desde la década de los años 30 del siglo pasado, mimada ya entonces por una refinada familia real con inclinaciones artísticas, Ubud es conocida como la "aldea de los pintores". Hasta ella llegaron artistas e intelectuales de todo el mundo, como el pintor y caricaturista mexicano Miguel Covarrubias (1904-1957). También residieron en Ubud el músico y pintor alemán Walter Spies y los pintores holandeses Arie Smit y Rudolf Bonnet. Este último colaboró activamente, junto a Cokorda Gede Agung Sukawati, en la fundación de la asociación de artistas Pita Maha, propiciadora del nacimiento del estilo pictórico moderno de la escuela de Ubud, que abandonó los manidos temas religiosos del pasado para adentrarse en la experimentación de nuevas temáticas y lenguajes expresivos, aunque sin renunciar a la profusa densidad compositiva, característica ésta de toda la pintura balinesa.


El Puri Lukisan Museum de Ubud, concebido por Rudolf Bonnet al estilo balinés, celebra este año su cincuenta aniversario con una magistral exposición que reúne lo mejor de la pintura balinesa; nombres imprescindibles, desgraciadamente desconocidos por estos lares, como Ida Bagus Gelgel, Ida Bagus Sali, Anak Agung Gede Sobrat, I Gusti Nyoman Lempad, I Ketut Budiana, I Gusti Made Deblog, aclamado por su delicada técnica de la aguada de tinta, o el indómito Ida Bagus Made Poleng (1915-1999), discípulo de Bonnet.


Bali, una isla de color verde esmeralda, no es una tierra más, ni un capítulo de la procelosa historia indonesia. Bali es un anhelo de belleza. Y la belleza, ya se sabe, si bien a menudo se olvida, es el esplendor de la verdad.


Halil Bárcena (agosto 2008)