lunes, 4 de agosto de 2008

De la mentira


"Muéstrate como eres y sé como te muestras"


Mawlânâ Rûmî (m. 1273)








Comentario:

La pobreza es, entre otras muchas cosas, una realidad inmoral. Sin embargo, existe un tipo de pobreza sobre la que pocas veces se repara. Se trata de la pobreza que no se ve, y que es, ciertamente, aterradora, más incluso, me atrevería a decir, que la pobreza material. Existen, pues, muchas pobrezas. Una de ellas es consecuencia de la mentira. Porque mentir nos hace pobres, muy pobres, del mismo modo que la verdad y la franqueza nos enriquecen y nos hacen realmente humanos. Mentir nos empobrece y, todavía más, nos enferma. Y es que la mentira es una enfermedad, cuya primera víctima es la capacidad de amar. El derviche es un ser transparente y veraz: muestra lo que es y es lo que muestra. No hay en él ni tretas, ni estrategias, ni doblez, pues no persigue nada de nadie, ya que no lo necesita. Su obrar es desinteresado, pura gratuidad, algo que en un mundo como el nuestro, que se ahoga en las aguas ponzoñosas de la hipocresía y la mentira, constituye una rareza insultante. Halil Bárcena

sábado, 2 de agosto de 2008

De la poesía


"Yo pienso en rimas y mi Bienamado me dice:
No pienses más que en verme.
Siéntate cómodamente, amigo mío,

tú que compones rimas;
pues es en Mi presencia cuando versificas con felicidad.
¿Qué son las palabras para que pienses en ellas?
Las espinas del seto que rodea la viña son.
Sumergiré en la confusión las palabras,

los sonidos, los discursos, a fin de que,
sin estas tres cosas, pueda yo conversar contigo"


Mawlânâ Rûmî (m. 1273)



Comentario:

De siempre, los derviches más insignes del pasado, sobre todo los de raíz persa, han sentido una querencia irreprimible e indisimulada por la poesía; por la poesía y la música, que, por lo demás, tanto tienen en común. Así, el mensaje inaudito del sufismo persa se ha transmitido durante siglos mediante versos y cantos, a través de la poesía y la música. Con todo, el derviche no es un poeta al uso. Más aún, no se considera a sí mismo un poeta, un mero manipulador de palabras, sonidos y ritmos. Y es que el derviche poeta compone poesía a pesar de sí mismo. Estamos, pues, muy cerca de la negación del arte como tal. Todos los creadores y artistas sufíes han huido del esteticismo sin más, conscientes de los riesgos de desviación de la senda que éste comporta. No hay en su poesía ni rastro de exhibicionismo, ni pirotecnias estilísticas, nada que deje entrever que, en realidad, son grandes maestros tanto del decir como del callar, de la palabra y del silencio. Los derviches poetas han forjado su arte sin perder de vista las siguientes palabras del profeta Muhammad, tan reveladoras de la concepción islámica de la belleza: “Si buscáis a Dios, descubriréis forzosamente la belleza, pero si buscáis la belleza, no es seguro que descubráis a Dios". Los derviches han experimentado hasta el vértigo dicha búsqueda de la divinidad. Y algunos lo han hecho desde el arte de la composición poética. De sus obras nos conmueve sobremanera la parte no dicha del poema y en la que realmente se halla la poesía. Halil Bárcena

Muda elocuencia


"Aunque el comentario hablado pueda aclarar,
el amor mudo es aún más claro"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)








Comentario:

En ocasiones, la palabra divide, sobre todo cuando no es una palabra nacida del silencio, sino de la inconsistencia de nuestro yo fenoménico, que es por definición pasajero y finible. Dicha palabra egoica separa y confunde, mientras que el silencio une. Al amor, que es la expresión superlativa del silencio, cuando amante, amado y amor son uno, le sobran las palabras y los argumentos, los cómos, los porqués y los paraqués. El amor está hecho de silencios y complicidades, de miradas y de gestos que dicen lo que la mente es incapaz de conceptualizar y la lengua no alcanza a articular. El amor es mudo, pero comunica, ¡vaya si comunica! El derviche se expresa mediante dicho lenguaje; esa es su auténtica lengua y no otra. Zabân-e hâl, muda elocuencia, expresión del estado interior, lo denominan los derviches persas. Halil Bárcena