Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

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Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

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martes, 23 de agosto de 2016

La última danza de Muhammad Ali



La última danza de Muhammad Ali


Halil Bárcena



A la memoria perdurable de Muhammad Ali.

No nos engañemos, la literatura de temática deportiva acostumbra a ser, salvo muy honrosas excepciones, muy poco interesante, por decir lo menos. Pier Paolo Pasolini decía que los deportistas no son, por lo general, personas muy cultivadas, mientras que los hombres cultivados son muy poco amantes del deporte, con lo que literatura y deporte parecen condenados a vivir sus vidas separadamente. Sin embargo, toda regla, se dice, tiene su excepción, que en este caso son los libros sobre boxeo. Y es que la carga épica no exenta de dramatismo que posee el boxeo ha hecho de él uno de los deportes más literarios de cuantos existen. Muy posiblemente, otro sea el ciclismo, aunque no tanto como aquél, y, a buen seguro también, el montañismo.
En cualquier caso, el «noble arte del boxeo», como gustan llamarlo los puristas, es el deporte que más literatura ha generado, y literatura de la buena, sobre todo en el ámbito anglosajón, mucho más que en el de las letras españolas. Ahí están para corroborarlo los excelentes textos pugilísticos de autores de primera fila como Ezra Pound, Conan Doyle, Bernard Shaw y, sobre todo, Jack London y Norman Mailer, a mi entender los más sobresalientes. De London cabe destacar su excelente El combate del siglo[1]uno de mis libros favoritos sobre el género, en el que se narran las vicisitudes de la pelea librada entre el poderoso púgil negro Jack Johnson y el aspirante blanco James Jeffries. Celebrada el 10 de julio de 1910, en Reno, en el estado de Nevada (USA), dicha pelea fue mucho más que un combate de boxeo. Johnson y Jeffries encarnaban en sus figuras toda la tensión racial de la sociedad norteamericana. Al final, se alzó con la victoria el gran Johnson, lo que provocó que la población blanca se echara a la calle a protestar la decisión de los jueces. Ser blanco y salir derrotado no era fácil de digerir.
Pero, corrieron los tiempos, eran los inicios de los años 60 y, de repente, apareció en escena para cambiarlo todo un tal Cassius Marcellus Clay -ese era el nombre de esclavo de su familia-, más tarde mundialmente conocido como Muhammad Ali, tras abrazar el islam el año 1964. Y lo suyo sí que fue más, muchísimo más que boxeo. Lo suyo a ratos fue poesía, y fue danza también. «Claro que en el boxeo hay literatura. ¿No es la danza de Muhammad Ali en el ring pura poesía?»[2]afirmaba Donatella Iannuzi, editora, precisamente, de El combate del siglo, un mes antes de la muerte de Muhammad Ali. Y también lo suyo fue compromiso cívico y fidelidad religiosa al islam. Y como muchos no lo entendieron, o no quisieron entenderlo, le llamaron el «loco de Louisville», su ciudad natal, por su personalidad irreverente y enérgica, provocativa e imprevisible. Pero aquel joven negro de físico portentoso no estaba loco, jamás lo estuvo, como se pudo comprobar a lo largo de su prodigiosa carrera deportiva y de su vida ejemplar fuera de los cuadriláteros.
Y es que Muhammad Ali fue mucho más que un púgil, si bien en el boxeo, así lo reconocen todos, fue el más grande. Ali revolucionó con su estilo, ligero y veloz, sutil e inteligente, la forma en que peleaban los boxeadores de la máxima categoría, hombres pesados y lentos, aunque de pegada demoledora. Llegó él, y ante la estupefacción de todos, se puso a danzar y danzar alrededor de sus contrincantes, que apenas podían verlo; con la cabeza inclinada siempre hacia atrás para no ser alcanzado. Ali danzaba como una mariposa y picaba como una abeja, según decía el propio púgil de sí mismo. En palabras de Norman Mailer, Ali «exhibía la plasticidad estética del boxeo en todo su esplendor»[3].
Era liviano, muy liviano; era rápido, muy rápido; y era inteligente, muy inteligente; y, además, era musulmán y amigo íntimo de Malcom X, otra de las figuras más brillantes de la época. En definitiva, era demasiadas cosas para poder ser asumido como uno de los suyos por una sociedad como la norteamericana de entonces, tan racista, tan sectaria y tan injusta. El periodista español Gregorio Morán se preguntaba recientemente en la prensa: «Nos tendríamos que interrogar por qué desde hace tantos años los negros más brillantes, Muhammad Ali o Malcom X, sin ir más lejos, se han hecho musulmanes a raíz de las humillaciones permanentes de los cristianos blancos»[4].       
Como no podía ser de otro modo, un personaje tan atractivo y complejo como Muhammad Ali, un  «monstruo sagrado», como lo llamó en cierta ocasión Jean Cocteau, generó en vida mucha literatura. La suerte de Ali fue coincidir en el tiempo con un escritor y periodista de la talla de Norman Mailer, gran amante del boxeo y  padre del llamado «nuevo periodismo» norteamericano que emergió en dicha época. Mailer cuenta en su extensa bibliografía con dos libros excepcionales que tienen como protagonista a Muhammad Ali: En la cima del mundo[5] (King of the hill, en el original inglés), del año 1971, y El combate[6] (The fight, en el original inglés), escrito cuatro años más tarde, en 1975.
El primero gira en torno al combate celebrado, el 8 de marzo de 1971, en Nueva York, entre el campeón del mundo de los pesados entonces, Joe Frazier, y el aspirante, Muhammad Ali, que había sido despojado de dicho título, el año 1967, por negarse a participar en la guerra del Vietnam, un gesto que le honra, lo cual le valió una prohibición para boxear que duró más de tres años y medio. Dicha sanción fue todo un martirio para él. Pero, como reconoce Mailer, en tal martirio Ali creció como boxeador y como persona.
A dicho combate también se le llamó en su día la pelea del siglo, cosas de los periodistas. El libro de Mailer, brevísimo, de poco más de 70 páginas, es la crónica y autopsia de una derrota, la de Ali, que perdió claramente a los puntos, tras haber sido derribado en el décimo quinto y último asalto de la pelea, por el aguerrido Frazier. Era la tercera vez hasta entonces que Ali besaba la lona. Pero, como escribió el maestro argentino de las letras hispanas, Jorge Luis Borges, de quien hablamos en estas páginas hace unos meses: «la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece». Ali fue derrotado dignamente y dignamente lo asumió. Cayó y, grande como era, se levantó de nuevo y lo hizo, esta vez sí, para triunfar.
El segundo gran libro de Mailer sobre Ali, El combate, versa sobre el combate celebrado, el 30 de octubre de 1974, en Kinshasa, capital entonces de Zaire, hoy República Democrática del Congo, entre George Foreman, vigente campeón del mundo de los pesos pesados, y Muhammad Ali, nuevamente aspirante al título. Fue otro combate del siglo, en el que, a la postre, Ali venció y recuperó el título que le fue arrebatado injustamente, tras una pelea dramática. Como bien afirma Norman Mailer, Ali subvirtió la ley del cuadrilátero, al demostrar que no siempre gana ni el más fuerte ni el más pesado, sino el más inteligente. Y a fe que Ali fue el más inteligente de cuantos púgiles hayan existido. Al mismo tiempo, Ali se sabía poseedor de un poder que le había sido concedido como si de un don se tratara, lo cual unido a su inteligencia hizo de él alguien capaz de las proezas que hizo.
Pues bien, de todo ello da cuenta en sus libros Norman Mailer, con una capacidad de penetración psicológica en el personaje única y con un estilo narrativo trepidante, como la propia danza de Ali cuando boxeaba. Porque Ali en el ring fue un danzarín y un gladiador, un poeta y un guerrero.
Quiero acabar estas líneas con un testimonio personal. Ali me enseñó a amar el boxeo desde bien pequeño, cuando veía por televisión, entonces en blanco y negro, todos sus combates junto a un tío mío boxeador. Por entonces, era un sueño de niño, yo también quería ser boxeador. Y los libros de Norman Mailer me ayudaron a entender mejor la forma que Ali tenía de interpretar el boxeo, un deporte tan noble como brutal. Manuel Alcántara, tal vez el mejor cronista español de boxeo, acostumbra a decir que la vida es un ring. Pues bien, Ali, que a lo largo de los años desarrolló una gran capacidad de resistencia al dolor, tanto dentro como fuera del cuadrilátero, nos enseñó boxeando que vivir también es sufrir.


 (Traducción al turco a cargo de Fatma Can)  



[1] Jack London, El combate del siglo, Gallonero, Barcelona, 2010.
[2] M. J. Espinosa de los Monteros, “Letras sobre el cuadrilátero”, El País, 10 de mayo de 2016, p. 27.
[3] Norman Mailer, En la cima del mundo, Lumen, Barcelona, 1972, p. 77.
[4] Gregorio Morán, “¿Por qué odian a Michael Moore?”, La Vanguardia, 11 de junio de 2016, p. 32.
[5] Norman Mailer, En la cima del mundo, Lumen, Barcelona, 1972. Existe una traducción más reciente: En la cima del mundo, 451 Editores, Madrid, 2009, con un prólogo excelente a cargo de Andrés Barba.
[6] Norman Mailer, El combate (The fight), Contra, Barcelona, 2013.

[Artículo publicado originalmente en la revista turca de literatura Yedi Iklim].

Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)