Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

AVISO PARA NAVEGANTES

Amigas y amigos, salâms:

Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

Para cualquier tipo de consulta o información, no duden en ponerse en contacto con nosotros, a través de nuestra dirección de correo electrónico: sufismo786@yahoo.es

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Reciban un cordial saludo, sean quienes sean y lo que sean, estén donde estén, y muchas gracias por su visita. Huuu...!

Halil Bárcena

Director de l'IES

Yâ man Hû...!

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miércoles, 25 de marzo de 2015

Humanos, ni más ni menos

Humanos, ni más ni menos*


Halil Bárcena



Asistimos, en nuestra atribulada contemporaneidad, a una destrucción persistente del entorno natural sin precedentes en la historia de la humanidad. De hecho, más que de destrucción cabría hablar de una auténtica profanación de eso que los antiguos consideraron como el templo de la naturaleza, término éste que en su etimología latina, nascitura, evoca la función generadora de vida de la naturaleza. Y todo ello como consecuencia de la desacralización y consiguiente laicización del universo, proceso que ha corrido en paralelo al desarrollo de una ciencia y una tecnología, núcleo rector de la civilización moderna, cuya capacidad de destrucción resulta hoy inimaginable, llegando incluso a amenazar la estructura misma de la vida.
En paralelo, se ha generalizado una visión unívocamente materialista del ser humano, impuesta desde el Renacimiento, caracterizada por la absolutización del hombre terrestre, llamémosle así, que, liberado del cielo, es presa de la ambición prometeica del poder y la dominación. Pero, ni el cosmos ni el propio ser humano son máquinas que puedan retocarse a voluntad. El hombre no es un reloj, tal como sostenía Descartes, suma de distintas partes susceptibles de mejoramiento. Tampoco es un potente ordenador, como acostumbra a oírse hoy. Se trata de la epidemia moderna del maquinismo. En ese sentido, ¿de qué hablan algunos hoy cuando esgrimen el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana?
De hecho, el único deber moral del ser humano es cumplir el imperativo pindárico de ser lo que realmente es y no otra cosa; esto es, ser realmente humanos, ni más ni menos. Porque, como escribía el sabio sufí del siglo XIII, Mevlânâ Rûmî, al hombre no le basta con nacer para devenir un ser humano, en la acepción más profunda de la palabra. En ese sentido, no es que el hombre sea la única creatura que rechace ser lo que es, como afirmaba el escritor Albert Camus, porque, bien mirado, el hombre, sobre todo el hombre moderno, no sabe a ciencia cierta qué es ni quién es; y ese es el nudo de todo este drama. Era el propio Aristóteles quien decía que hay un chispazo divino en el fondo del hombre que es lo que hace de él un ser plenamente ¡…humano! Pero, no nos confundamos, puesto que no es lo mismo la divinización a la que aspira el espiritual, por ejemplo, que no es sino la realización de todas las posibilidades humanas, una experiencia plena de la vida que requiere una nobleza de corazón no fácil de alcanzar, que el endiosamiento del hombre prometeico. Porque el hombre puede haber llegado a la Luna, pero habiendo amputado su dimensión espiritual, que es un constituyente antropológico y no un añadido fruto de la fe, resta en un estadio de infrahumanidad lamentable, lo cual explica en parte el cansancio existencial de la civilización moderna que de forma más acusada se palpa en un Occidente que parece haber olvidado que no sólo de pan -¡ni de circo¡- vive el hombre.
Porque la crisis medioambiental a la que nos referíamos al inicio no es más que el reflejo exterior de la profunda crisis espiritual y axiológica que sufre el hombre moderno que, en palabras del profesor Seyyed Hossein Nasr, habiendo dado la espalda al cielo en nombre de lo terrenal, corre el riesgo ahora de destruir la tierra también. La crisis actual, la verdadera crisis que padecemos hoy en día, no es resultado de la mala gestión de las capacidades tecnológicas, sino que es consecuencia, primeramente, de la ignorancia de eso que los sabios sufíes denominan conocimiento sapiencial de la naturaleza y, en segundo lugar, del marasmo espiritual del hombre, que desconoce su verdadera naturaleza.
El hombre es mucho más de lo que piensa, pero mucho menos de lo que se cree. El hombre es, como afirmaban los antiguos, creatura del cielo, el ser a través del cual transita el aliento divino, y no un mero amasijo de órganos, tejidos y reacciones químicas, cuyas capacidades, ya de por sí extraordinarias, puedan desarrollarse ilimitadamente. Es creatura del cielo, pero de carne y hueso, es decir, contingente y mortal. Afirmar lo contrario es desconocer la naturaleza real de las cosas, puesto que es ley de vida, más allá de la voluntad humana y de cualquier desvarío científico, que todo cuanto nace debe morir.
El hombre no puede reinventarse como sostienen algunos, o transhumanizarse como afirman otros. Y es que a veces perdemos la perspectiva de las cosas. El ser humano no puede dejar de ser lo que es. Porque, nadie puede saltar más allá de su sombra, como reza un viejo proverbio derviche. Tampoco servirá para salir del atolladero presente con un mero cambio de paradigma ni la irrupción de nuevas ideologías. Hoy lo que se requiere no son soluciones retóricas o cambios cosméticos, sino una profunda y radical transformación del ser humano: metanoia lo llaman los teólogos católicos; tawba, los sabios sufíes.    

(*) El presente texto forma parte del libro ¿Humanos o posthumanos? Singularidad tecnológica y mejoramiento humano que, bajo la coordinación de Albert Cortina i Miquel-Àngel Serra, ha editado Fragmenta Editorial recientemente (Barcelona, 2015). Para más información acerca del libro, pinchen aquí: 

Pedagogía espiritual

Cuestiones de pedagogía espiritual

Frithjof Schuon


"A los jóvenes suele gustarles discutir y mantener juegos dialécticos. 
Con ellos hay que ir directamente a lo esencial".

(Frithjof Schuon, entrevista con Jean Biès, julio de 1967)

domingo, 22 de marzo de 2015

Perlas sufíes, según Halil Bárcena

Perlas sufíes de Rûmî, 

según Halil Bárcena



"Con un estilo sobrio y machadiano, Halil Bárcena nos regala algo más que un despliegue de erudición: nos señala la dirección interior de un itinerario espiritual que necesariamente ha de haber vivido previamente, dándonos la impresión de estar ante el discurso de un discípulo aventajado del maestro".


Perlas sufíes. saber y sabor de Mevlânâ Rûmî
Halil Bárcena
Herder, Barcelona, 2015

sábado, 21 de marzo de 2015

Ostad Elahi y su entrenamiento

Ostad Elahi, 

el entrenamiento de un músico


Leili Castella



Es bien conocida la importancia que el Islam concede al cuerpo: sólo hay que recordar la gestualidad de la salât, la plegaria que los musulmanes realizan cinco veces al día y a través de la cual caligrafían con su cuerpo la oración. Asimismo, las distintas órdenes sufíes no buscan sino encarnar la dimensión interior del Islam, siendo los derviches mismos, y por tanto también su propio cuerpo, el lugar por excelencia de su búsqueda: así por ejemplo Mawlânâ Rûmî (m. 1273), fundador de la tarîqa mevleví, consideró la danza del giro como una vía de conocimiento espiritual, y la tarîqa naqshbandí, exploró el poder alquímico de la respiración  para transformar nuestro ser en un cuerpo de luz. No hay duda alguna pues, de que la tradición espiritual islámica atesora un detalladísimo y afinadísimo conocimiento de los mapas físicos y sutiles del cuerpo humano.

Es en este contexto en el que nos gustaría presentar la figura de Nûr ‘Alî  Elahi (1895-1974), más tarde conocido como Ostad (maestro) Elahi, hombre con un destino singular y al que dedicaremos más de una entrada en nuestro blog. Nûr ‘Alî nació en el Kurdistan iraní, en el seno de la comunidad de los Ahl-e haqq [1], en una familia dedicada en cuerpo y alma al cultivo de la espiritualidad. Desde su más tierna infancia y hasta sus primeros años de juventud, su vida transcurrió inmersa en un mundo habitado por la oración, las prácticas ascéticas más exigentes, los peregrinajes y la música sagrada. A los veintidós años, habiendo alanzado las más altas cimas del conocimiento espiritual y siendo ya un músico de una calidad excepcional, tomó una decisión sorprendente: abandonar el paraíso espiritual en el que vivía, estudiar las leyes civiles y dedicarse a la magistratura. Pero, ¿qué motivó esta salida al mundo?

La respuesta es bien sencilla: la búsqueda de la Verdad (al-Haqq). Precisamente “la Verdad” es la palabra que mejor define la indagación, la trayectoria vital y el legado espiritual de Ostad Elahi. Seguramente no es casualidad que la comunidad de los Ahl-e haqq sea la comunidad de “los fervientes de la Verdad”, ni que haqq signifique tanto “derecho” como  “justicia”, ni que al-Haqq sea uno de los Nombres de Esencia de Al·lâh.  Como bien explica la especialista en literatura mística persa Leili Anvar en Paroles de Vérité: “Ostad Elahi desplegó en su enseñanza la idea central según la cual la luz no deviene palpable si no es en un fondo de tinieblas, el bien no tiene sentido sino frente al mal, y el perfeccionamiento del alma sólo puede tener lugar en el cuerpo y en el mundo. Al alma pura e inocente le es necesario confrontarse con la materia, con la dureza del mundo causal, para que el conocimiento pueda surgir. La Verdad sólo se desvela a este precio” [2].

Para Ostad Elahi, el rechazo del cuerpo y de la vida en sociedad puede, a lo sumo, purificar el alma, pero no permite perfeccionarla, puesto que dicho rechazo la priva de vivir la experiencia completa de su propia humanidad. Dirá el maestro iraní: “Luchar contra el yo-imperante, no significa  debilitar el cuerpo. Por el contrario, es necesario fortalecerlo, y al mismo tiempo fortalecer el alma de manera que, aun a pesar de su poder, nuestro yo-imperante se someta a ella. (…) Todo aquello que aprendí a lo largo de mis doce años de ascesis antes de entrar en la función pública, no vale lo que aprendí en un solo año de vida activa” [3]. Como explica Leili Anvar, el trabajo con uno mismo no se plantea en Ostad Elahi como una lucha entre el cuerpo y el alma, sino entre el “yo celeste” y el “yo imperante”. Hay en e l maestro iraní un respeto profundo por el cuerpo, no ya como mero instrumento de placer, que también, sino como el santuario del alma, como el corcel que, cuanto más sano y fuerte sea, mejor podrá servir a su caballero. Y es que, como todo cuanto ha sido creado, el cuerpo tiene sus derechos: el derecho a ser alimentado y protegido, el derecho a gozar de buena salud tanto física como psíquica, y el derecho a satisfacer sus deseos legítimos. De modo que, en realidad, dicho respeto comportará una enorme exigencia.

Ésta era su rutina de entrenamiento: “Cada mañana realizo ejercicios gimnásticos que hacen trabajar todos y cada uno de los músculos del cuerpo. Para que no sean aburridos, he inventado un dhikr [4] para cada movimiento. Hago también un poco de gimnasia iraní con pequeñas pesas [5] (…). Ando cada día una hora como mínimo y tres como máximo. El caminar y la gimnasia son los mejores medios para mantenerse sano” [6].

Si el cultivo y fortalecimiento del cuerpo lleva a algunos a trascender límites en campos como las artes marciales o el deporte, Ostad Elahi los trascendió en el toque del instrumento sagrado kurdo por excelencia, el tanbûr. Explica el etnomusicólogo Jean During que la técnica de Ostad Elahi era prodigiosa. Siendo ambidextro, su propia morfología se adaptaba perfectamente al instrumento y sus manos eran fuertes y poderosas.  Quizás por su muy agudo sentido de la justicia y la equidad, Ostad Elahi utilizaba los cinco dedos de cada mano para tocar un instrumento para el que en el pasado sólo se usaban dos dedos de la mano izquierda y dos de la derecha. Todos los movimientos se volvían posibles, y ello redundaba a tal punto en la sonoridad que extraía de su tanbur, que parecía que fueran varios los instrumentos que sonaban a la vez. During reivindica la dimensión trascendente de la técnica de Ostad Elahi al decir: “No pienso que la mano sea sólo un dócil obrero al servicio de formas sublimes: ocurre algo distinto, mucho más potente, parecido a lo que los practicantes de las artes marciales han descrito: el hecho de que llega un momento en el que se accede a una dimensión que parece trascender las leyes de la causalidad, las leyes de la física”.

Lo que es obvio es que, del mismo modo que el pahlivân (practicante del antiguo arte marcial persa del zûrjâne) no se esculpe a sí mismo por mero culto al cuerpo, Ostad Elahi no cultivó el arte por el arte. En ambos casos el cuerpo y la música se consideran lugares sagrados, destinados a la oración y a la meditación.  Dicen los que tuvieron el privilegio de ver tocar y escuchar  a Ostad Elahi, que su gesto y su música se hacían uno. Y entonces se producía el milagro: una música directamente emanada de la Fuente primordial invadía la estancia en la que el músico se hallaba. “En la atmósfera de claro-oscuro, su rostro estaba impregnado de un esplendor extraordinario; parecía un capitán de navío que sujeta el timón de un barco atrapado en una tempestad y busca devolverlo a buen puerto. Al final,  la música cesó… Por unos instantes, nadie pudo pronunciar palabra alguna (…). La atmósfera de la estancia era luminosa y bañada en espiritualidad. Reinaba un ambiente excepcional e indescriptible… Podía percibirse cómo un suave perfume envolvía la reunión” [7].

Notas:
 [1] Ahl-e haqq: comunidad religiosa kurda que en sus tradiciones y doctrinas manifiestan una síntesis de la gnosis del antiguo Irán y del esoterismo chií.
[2] Ostad ELAHI, Paroles de Vérité, Albin Michel, París, 2014, p. 14.
[3] Ibídem, p. 213.
[4] Dhikr: recuerdo y remembranza de Dios; práctica sufí por excelencia que tanto puede ser realizada colectiva como individualmente, en voz alta (yahrî) o de manera silenciosa (jafî). Según definición recogida en Sufismo de Halil Bárcena (Fragmenta, Barcelona, 2012, p. 162).
[5] A este respecto les recomiendo vivamente visitar dos blogs bien singulares: http://pahlivan786.blogspot.com.es, en relación al simbolismo del deporte, y http://circulo-oriente.blogspot.com.es, en relación a los principios y valores tradicionales, tanto éticos como espirituales, de la Futuwwah o antigua caballería islámica.
[6] Ostad ELAHI, Paroles de Vérité, Albin Michel, Paris, 2014, p. 185-186.

[7] Jean DURING, L’âme des sons, Le Relié, Gordes, 2001, p. 144.

Leili Castella es licenciada en derecho. Pianista y rebâbista. Coordinadora del Institut d'Estudis Sufís de Barcelona.

Fuente:
Baraka. Música con alma

viernes, 20 de marzo de 2015

Nowrûz - 2015

¡Nowrûz-tân pîrûz!

¡Sâl-é now mobârak!


(¡Feliz año nuevo!)



Coincidiendo con la entrada de la primavera, ciclo de renovación de la vida, 
se celebra el 'Nowrûz', el año nuevo persa, de enorme arraigo en el sufismo oriental
Desde las páginas del blog del 'Institut d'Estudis Sufís' de Barcelona (Catalunya) 
os deseamos un feliz Nowrûz que queme lo antiguo con su fuego regenerador 
y acoja lo nuevo, y os invitamos a participar del bello simbolismo espiritual 
de nuestro particular 'cyber-haftsin', que ilustra esta noticia.

miércoles, 18 de marzo de 2015

El 'ney', según Michèle Najlis

Elogio del ney, flauta sufí de caña

Michèle Najlis


"El cañaveral movido por el viento 
llora con la música 
que gime en el aire del ney 
que llora por él".

(Michèle Najlis, Hija del viento, Hispamer, Managua, 2015, p. 93 / Prólogo de Halil Bárcena).

lunes, 16 de marzo de 2015

Los 6 obstáculos del 'yihâd'

El yihâd y los seis obstáculos


Hayy Sidi Sa'id Ben Ayuiba Al-Andalusí



Dijo uno de los 'ârifûn [gnósticos] llamado al-Sarrây:

"No logrará el hombre la categoría de los sâlihûn [devotos] hasta que con su yihâd [esfuerzo personal] pase seis obstáculos:

Que cierre la puerta de la comodidad y abra la puerta de la fatiga.
Que cierre la puerta de la vanidad y abra la puerta de la modestia.
Que cierre la puerta del reposo y abra la puerta del esfuerzo [yihâd].
Que cierre la puerta del sueño y abra la puerta de la vigilia.
Que cierre la puerta de la riqueza y abra la puerta de la sencillez.
Que cierre la puerta del deseo  y abra la puerta de la preparación a la Unidad.


Hayy Sidi Sa'id Ben Ayuiba Al-Andalusí, Yihad y Adab. Esfuerzo y Cortesía, Mandala, Madrid, 2004, p. 29.

Fuente: Círculo de Oriente. Voz de la Caballería Espiritual Sufí (Futuwwwah)

jueves, 12 de marzo de 2015

El silencio primigenio y el 'ney'

El silencio primigenio y el 'ney


Cuando el derviche toca su ney (flauta de caña), se escucha el silencio primigenio

miércoles, 11 de marzo de 2015

Perlas sufíes: Quebrar el cuerpo

Quebrar el cuerpo, alzar el espíritu


Halil Bárcena



"Dice el sabio sufí Mawlânâ Rûmî (m. 1273): "Cuando el cuerpo se quiebra, el espíritu levanta la cabeza" (Mesneví I, 2928). No hay vino sin prensar las uvas, se dice, ni fruto sin antes haber partido la corteza. Del mismo modo, el derviche quiebra su cuerpo a fin de que el pájaro del espíritu que en él anida emprenda el vuelo. Porque el cuerpo humano es el templo del espíritu. Pero que nadie se lleve a engaño: quebrar el cuerpo nada tiene que ver con mortificación alguna, ni con las ascesis infamantes que atentan contra la integridad de la vida. Advierte categóricamente Rûmî: «Lastimar el cuerpo es ofender a Dios» (M I, 2520). Lo que está en juego aquí es algo bien distinto que tiene que ver con el misterio del cuerpo y del coraje físico para alzarse por encima de sí mismo. Aquí se habla de la aceptación positiva del dolor y de la grandeza que este encierra. En una palabra, aquí se habla de sacrificio. Quebrar el cuerpo es conducirlo al límite de sus posibilidades; y todo cuanto se vive al límite y en el límite posee un valor especial. Más aún, en el límite aflora una poderosa fuerza interior, capaz de obrar lo inusitado. Yukio Mishima decía que existe una innegable ligazón entre el despertar de la consciencia y la prueba del sufrimiento físico, como constatan no pocos ritos iniciáticos y ancestrales artes marciales. Tal es el caso del zûrjâne persa, fuertemente impregnado de valores sufíes, cuyos practicantes, verdaderos atletas del espíritu, se entregan a vigorosos ejercicios físicos que templan sus cuerpos pujantes, emblema de su inquebrantable fe y de sus atributos heroicos, y preludian el renacer del espíritu. Y es que un cuerpo desentrenado, ya sea por abandono o bien por puritanismo religioso, es como un instrumento musical desafinado (...)".


[Halil Bárcena, Perlas sufíes. Saber y sabor de Mevlânâ Rûmî, Herder, Barcelona, 2015, p. 177].

Fuente: PAHLIVĀN / Deporte y Tradición

viernes, 6 de marzo de 2015

Libros: 'Sufismo vivo', de S. Hossein Nasr


Sufismo vivo

Ensayos sobre la dimensión esotérica del islam

(Prefacio a la nueva edición)


Seyyed Hossein Nasr


Tres décadas han pasado desde la primera aparición de Sufismo vivo en español. Durante este periodo el interés por el sufismo ha crecido en Occidente, en general, y en España, en particular, y el español se ha ido convirtiendo en una lengua cada vez más significativa en el campo de los estudios sufíes. Durante estas décadas ha habido en España un notable incremento de los estudios sobre Ibn ‘Arabî, particularmente, y una nueva generación de estudiosos de dicho país ha realizado y continúa realizando importantes contribuciones a dicho campo. Igualmente, estudiosos del ámbito hispano como María Rosa Menocal y Luce López-Baralt han estado en el primer plano de los estudios comparativos entre el sufismo y el misticismo cristiano y la influencia ejercida por aquél en éste. La presencia del sufismo puede verse incluso en los poemas recientemente publicados por López-Baralt bajo el título de Luz sobre luz, así como en los escritos de muchos otros importantes escritores en lengua española, ya sean de la misma España o de América latina. No hay más que mencionar a una figura de sobras conocida como Juan Goytisolo.
En paralelo a tales avances académicos y literarios de las últimas décadas, ha tenido lugar un fenómeno mucho más significativo para la presencia del sufismo en España. Durante este periodo una considerable comunidad islámica se ha constituido en el país, dentro de la cual existen algunas órdenes sufíes vivas, como la Shadhiliyah. Esto significa que por primera vez desde el siglo XVI existe una presencia directa del sufismo en España que complementa el creciente volumen de trabajos concernientes al estudio del sufismo y las muchas traducciones al español de trabajos sufíes, tanto en prosa como en verso.
El presente libro se ocupa de cuestiones que no cambian con las modas pasajeras y los intereses del momento, sino que aborda elementos que continúan teniendo sentido debido a su naturaleza atemporal. Por supuesto, si hubiésemos escrito este libro ahora algunas notas a pie de página relativas a las referencias que han aparecido en los últimos treinta años habrían sido añadidas, aunque el contexto continuaría siendo el mismo. La única excepción es el ensayo “El sufismo del siglo VII y la escuela de Ibn ‘Arabî”, que fue un trabajo “pionero” en su momento, pero desde entonces hasta hoy un buen número de nuevas investigaciones han sido realizadas sobre dicha materia, con lo que muchas cosas tendrían que incorporarse si hoy escribiéramos un texto así de nuevo. Lo escrito en dicho ensayo, sin embargo, constituye en sí mismo una parte de esta nueva ola de interés por la influencia de Ibn ‘Arabî que ha servido de guía a muchos estudios en dicha materia.   
El interés por el sufismo está destinado a crecer en Occidente y especialmente en España. El sufismo no solo contiene un mensaje espiritual y metafísico de la máxima importancia para el mundo contemporáneo; no solo es esencial para tender puentes entre religiones y la llave para la comprensión interior del arte islámico; no solo ha creado algunas de las más grandes obras poéticas del mundo; sino que también es, en cierto sentido, una parte de la gran tradición literaria y espiritual españolas. No hay más que recordar los nombres de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz.    
            En un momento en el que aparecen en diferentes lenguas occidentales no pocos trabajos diluidos o falseados acerca del sufismo, es importante hallar libros enraizados en la tradición sufí o al menos que posean una comprensión seria de dicha tradición. Este humilde libro está escrito desde el punto de vista de la tradición sufí, aunque utiliza el lenguaje de la investigación occidental contemporánea, debido a que se dirige a Occidente o a un público culto occidental, si bien ha sido traducido también al árabe, persa, turco y algunas otras lenguas islámicas. Pedimos que esta nueva edición de Sufismo vivo pueda ayudar a quienes están interesados seriamente en la espiritualidad y les permita navegar por los mares del mundo interior, de tal manera que alcancen la otra orilla con seguridad; y a quienes poseen un interés académico por el sufismo que les ayude a descubrir la naturaleza viva de la tradición sufí y cómo es vista por aquellos cuyas vidas están enraizadas en ella.

Seyyed Hossein Nasr           
Enero, 2015
   
(Traducción del inglés a cargo de Halil Bárcena).


Seyyed Hossein Nasr
Sufismo vivo. Ensayos sobre la dimensión esotérica del islam
Herder, Barcelona, 2015

lunes, 2 de marzo de 2015

Michéle Najlis, hija del viento

Hija del viento, hija del fuego

Halil Bárcena


Dicen que son malos tiempos para la poesía éstos que nos han tocado en suerte vivir; y, sin embargo, hay quien sigue empeñándose en ser poeta. Y digo ser poeta, en el sentido más hondo del término, y no escribir poemas, pues son cosas distintas. Hay poetas que lo son sin apenas pergeñar un puñado de versos, mientras que hay quien compone y compone, incluso bien, pero en modo alguno es poeta. Y es que la poesía no es una actividad más a ejercer en horas muertas, sino una acción total que no se detiene ni al dormir, ya que el sueño, el sueño del poeta, también es una forma muy refinada de poesía. Así, se es poeta al escribir pero también al callar, cuando se ama o en el desamor, ante el abismo del misterio o frente al efecto apaciguador de la belleza en todas sus formas.

Pero que nadie se lleve a error, que el sueño del poeta sea una forma muy refinada de poesía no quiere decir que el poeta sea un soñador, alguien que vive fuera del mundo, como a veces se le achaca desde la mentalidad utilitarista que nos acecha desde la modernidad. El poeta, al igual que el iniciado espiritual (nótese que evito voluntariamente la palabra místico), es el más realista e inteligente de todos los hombres, como decía Frithjof Schuon, pues sólo el poeta -también el iniciado espiritual, insisto- es consciente que no se puede evitar lo inevitable: por ejemplo, que cuanto nace debe morir.
La poesía así vivida ocupa todo el tiempo, toda la vida; y toda la vida es mucho tiempo. La poesía, al menos tal como la concibe quien esto escribe, constituye un  modo de vida, como también lo es la religión, o si lo prefieren, la espiritualidad, que es esa palabra comodín que hoy usan algunos a modo de sustitutivo de la malsonante ‘religión’, por temor a ser tildado de anticuado u otras cosas peores. La poesía es un modo de vida, una manera noble y heroica de ser y estar en el mundo.

El poeta, cuando es digno de tal apelativo, tiene algo, bastante, mucho, del guerrero tradicional, pues escribe con la intensidad propia de quien, como el guerrero, sabe que la muerte acecha y que, en cualquier momento, puede morir. La poesía es un riesgo, como la fe del espiritual: el riesgo de entregarse por completo, el riesgo de perderlo todo a cambio de nada. Y eso es lo que otorga veracidad a la poesía de los poetas de verdad, que, de uno u otro modo, la muerte siempre está presente en sus versos, como lo está en sus vidas.

La poesía no es un escudo protector, no ofrece garantía alguna de seguridad. Ser poeta es vivir en vilo, en un estado de incesante desazón, porque lo que en verdad le preocupa y duele al poeta, como refleja bien la autora del presente poemario, jamás halla su fin. El sabio sufí persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273), maestro de derviches, decía: “¿Qué culpa tengo yo si el amor nunca se acaba?”, como recoge la autora en el pórtico de uno de sus poemas. El poeta persigue revelar un secreto que jamás nadie podrá revelar, y él -ella en este caso- lo sabe, y lo sabe mejor que nadie y, a pesar de todo, mejor que nadie lo dice, porque los poetas son siempre quienes mejor saben decirlo todo. De ahí que su presencia sea imprescindible, puesto que pocas veces las palabras han valido menos que hoy. Los poetas son los celadores del lenguaje, máxime en una sociedad como la nuestra, que devora con pasmosa facilidad toda palabra, inclusive las de apariencia más noble.  Hoy, las palabras, como las sirenas de Ulises, nos arrojan contra los acantilados de lo superfluo y de la banalidad más banal.

Pero, por fortuna, insisto, aún quedan poetas, como la autora del presente libro, La hija del viento. Una hija del viento que bien pudiera decirse también hija del fuego, pues es el fuego el elemento que más brilla en estos breves poemas, quizás porque hay algo en el aire y el fuego -fuego de viento dice la autora- que es común a ambos. ¿Acaso no decía el ya citado Rûmî, refiriéndose al ney, la flauta sufí de caña, que su canto es fuego, no aire?

Son breves los poemas que Michéle Najlis, poetisa de largo recorrido, nos brinda en este su último libro. Semejan eso que los sabios sufíes, los iniciados espirituales del islam, denominan perlas de sabiduría, que son algo así como la mínima expresión de lo máximo. Los poemas de Najlis son breves y ponderados en el uso de la palabra cual perlas sufíes. Nada sobra en ellos, nada les falta, rasgo inequívoco de que nos hallamos ante una poetisa de verdad cuya verdad son sus poemas. Y en eso, justamente, consiste la gran poesía: en decir mucho con bien poco, como La hija del viento.    

(Prólogo de Halil Bárcena al libro de la poetisa nicaragüense Michéle Najlis, La Hija del viento, Hispamer, Managua, 2015). 

Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)