Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

AVISO PARA NAVEGANTES

Amigas y amigos, salâms:

Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

Para cualquier tipo de consulta o información, no duden en ponerse en contacto con nosotros, a través de nuestra dirección de correo electrónico: sufismo786@yahoo.es

También nos pueden encontrar aquí:

www.facebook.com/Institut.d.Estudis.Sufis

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Reciban un cordial saludo, sean quienes sean y lo que sean, estén donde estén, y muchas gracias por su visita. Huuu...!

Halil Bárcena

Director de l'IES

Yâ man Hû...!

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lunes, 20 de junio de 2011

Dîwân de Hal·lâj (24)


Dîwân de Hal·lâj (m. 922)





24
1. La meva raó ha maldat debades, durant anys, per copsar
l’aseïtat,
però ha hagut de recular impotent, i ara vagareja pels
viaranys de la recerca.


2. Sóc un mer auxiliar per al Senyor dels móns (1);
no et precipitis amb la ment pel laberint de les idees.


3. Comprova tu mateix que el ver no es pot comprendre;
i qui ho pretengui és ignorant i insolent.


4. Ell es deixa veure alguns instants, però tot seguit s’amaga.
Sols el coneix qui s’ha buidat a si mateix de tot saber.


Notes:
(1) Rabbi al-‘Ālamīn en l’original àrab. Expressió alcorànica (Alcorà 1, 2).

(Traducció de l'àrab al català a càrrec de Halil Bárcena)

Cantos sufíes (ilâhis): "Kâbenin yolları"


Kâbenin yolları


Kâbenin yolları bölük bölüktür.
Benim yüreciğim delik deliktir.
Dünya dedikleri bir gölgeliktir.
Canım kâbem varsam sana,
yüzüm gözüm sürsem sana.

Eşim dostum yüklesinler yükümü.
Komşularım helal etsin hakkanı.
Görmez oldum ırağ ile yakını.
Canım kâbem varsam sana,
yüzüm gözüm sürsem sana.








Son muchos y distintos los caminos que conducen a la Ka'aba.
Mi corazón está agujereado.
El mundo es un lugar de paso, fugaz como una sombra.
Amada Ka'aba, me gustaría llegar hasta ti,
deseo acariciarte con mi rostro.

Mis amigos se ocupan de mis pocas pertenencias
y mis vecinos dejan de darle importancia a sus derechos,
pues entre los
verdaderos amigos no hay obligación alguna que cumplir.
En cuanto a mí, empecé a no distinguir la cercanía de la lejanía.
Amada Ka'aba, me gustaría llegar hasta ti,
deseo acariciarte con mi rostro.


Clika aquí para escuchar la música del ilâhi:
http://www.youtube.com/watch?v=L8Ws6_irC18

(Traducción del turco al español a cargo de Nesrin Cân)

Sufismo 'encarnado'


Una espiritualidad encarnada



Leili Castella





Tawba es, en el lenguaje técnico sufí, “conversión súbita e inesperada: una toma de conciencia brutal que conmociona al individuo y le conduce a una total metamorfosis de su ser” (1). Así, mediante una conversión radical a todos los niveles de nuestro ser y de nuestro existir, es como ha de comenzar toda senda interior seria, coinciden en decirnos los maestros sufíes. Esta conversión, que implica modificar (¿o quizá habría que decir destruir?) nuestra consideración habitual de la realidad, supone no dejar absolutamente nada por cuestionar, ni tan sólo nuestra mirada sobre el cuerpo, aspecto éste al que nos gustaría dedicar estas líneas.


El tema no es baladí, puesto que, como explicaba en una ocasión Halil Bárcena (2), existe lo que podríamos denominar “una mirada sufí del cuerpo”. No en vano, observaba Bárcena, el momento de mayor intimidad espiritual en la vida cotidiana del musulmán, la salât u oración, en sus diferentes posiciones y movimientos, se vive en y desde el cuerpo, en una entrega total que aúna cuerpo, corazón y espíritu. Y no en vano, Mawlânâ Rûmî (m. 1273) hizo del cuerpo el escenario privilegiado del camino espiritual cuando escribió: “Varias son las sendas que conducen a Dios/Yo he elegido la senda de la danza y de la música”. Y no en vano, los talleres sufíes del Institut d'Estudis Sufís de Barcelona plantean una “espiritualidad encarnada”, en la que no hay idea ni concepto que no pretenda quedar inscrita en nuestra “carnalidad”. Y es que nuestro cuerpo, a ojos sufíes, no está al margen de la senda sufí de conocimiento.





Nacemos, o nos nacen, como les gusta decir a algunos, en un organismo que es receptáculo de una enorme energía vital, y en el que todos los gestos, todas las danzas, la pronunciación de todas las lenguas, en definitiva, todas las infinitas posibilidades de realización del ser humano, existen en potencia. Sin embargo, la educación, la cultura y los acontecimientos que jalonan nuestra existencia van limitando y cercenando un sinfín de dichas posibilidades iniciales. Esto lo observó muy bien Jerzy Grotowsky, artista iconoclasta que hizo del trabajo con el cuerpo un vehículo hacia un estadio de existencia más verdadero. Grotowsky denominó “técnicas cotidianas del cuerpo” al conjunto de gestos que componen los hábitos corporales en un entorno cultural determinado. Gran parte del trabajo corporal que Grotowxky propuso buscaba, precisamente, crear una brecha, una suspensión en estos hábitos del cuerpo, para así ampliar nuestro registro de movimientos y, en definitiva, nuestra mirada sobre la realidad.


Grotowsky se planteó la siguiente cuestión: ¿qué aparece cuando dichos hábitos se suspenden? Y observó que “lo primero que aparece es el descondicionamiento de la percepción. Habitualmente nos llega una cantidad increíble de estímulos; el exterior nos “habla” continuamente, pero estamos programados de manera que nuestra atención registre exclusivamente aquellos estímulos que son acordes con nuestra imagen aprendida del mundo. En otras palabras, nos estamos explicando todo el tiempo la misma historia”. Suspender los hábitos supone, por tanto, un descondicionamento de la percepción, una apertura de la mirada, una apertura en nuestro vivir. Grotowsky, intentando calificar este estado de suspensión, no encontró mejor manera que decir que “es el retorno a algo tan simple como los movimientos de la infancia”. Aclara inmediatamente que ello no significa en absoluto actuar como si fuéramos niños, ni mucho menos volvernos infantiles. Es, simplemente, “sumergirse en el mundo lleno de colores, de sonidos, un mundo deslumbrante, desconocido, sorprendente, el mundo en el cual somos llevados por la curiosidad, por el encantamiento, por la vivencia de lo que es misterioso, secreto”. Explica Grotowsky que en este estado nos dejamos llevar, sumergidos en la corriente de la realidad, y por ello nuestros movimientos, aunque llenos de energía, son, de hecho, reposo. Grotowsky caracteriza a este estado como algo perfectamente tangible, orgánico, primario. Es tan primigenio que es común a todos los cuerpos, pues es un estado previo a cualquier diferencia cultural.



Ya en el contexto explícitamente espiritual de la tradición islámica, hablar de este estado primordial que subyace a lo cultural, a esta naturaleza original del ser humano, es hablar de fitra. Explica Abderramán Mohamed Maanán en su comentario a la azora 95 del Corán (La higuera), que fitra nos remite al momento en que Al·lâh hendió la nada, modeló en ella algo hermoso en lo que depositó una simiente espléndida y de ahí surgimos cada uno de nosotros. “Esa simiente es la fitra, lo primordial. En la fitra, en su semilla, en lo más auténtico de sí, el ser humano intuye inmediatamente a Al·lâh y está en su proximidad. Las circunstancias, la educación, los acontecimientos de la vida, los condicionantes, todo lo posterior a ese momento original, van alejando al hombre de este instante puro”.


Curiosamente, en este contexto hay también una referencia a la infancia, a la pureza del recién nacido, pues, continúa explicando Abderramán Mohamed Maanán: “El islam es retorno a la fitra. El Profeta (s.a.s.) dijo: “Todo recién nacido está en estado de fitra. Sus padres lo hacen judío, cristiano o zoroastriano”, y sus compañeros apostillaron: “…o musulmán”, pero él aclaró: “No. El islam es la fitra”. El verdadero islam, por tanto, es la recuperación de la frescura, la inocencia y la receptividad de un recién nacido” (3). La labor del derviche consistirá, pues, en un viaje de retorno para reconquistar, ahora desde la conciencia de la que quizá el niño carece, el modelo en que fue tallado.


Este retorno ha de pasar indefectiblemente por el cuerpo: en él anida la sabiduría primigenia, en él quedó velada, y en él ha de desvelarse. Precisamente, crear un desgarro en el velo de nuestro cuerpo para así poder tener un vislumbre de la realidad es, seguramente, el objetivo último de las prácticas “corporales” que nos proponen los derviches. Dichas prácticas permiten destruir automatismos y recuperar movimientos que, si bien el olvido ha vuelto extraños, son, sin embargo, consustanciales y expresivos de nuestra naturaleza primigenia. Mawlânâ Rumî (m. 1273) debía saber con toda certeza que la danza circular del giro (samâ') es uno de estos movimientos innatos y esenciales del ser humano. Y quien estas líneas escribe puede dar fe de ello; si me conceden unos segundos más, les explico el porqué, y con ello acabamos.



Les sitúo, primeramente: a lo largo de este curso he tenido el privilegio (¡no puede decirse de otro modo!) de dar unas clases de iniciación musical a niños de 0 a 3 años. En estas clases han sucedido cosas extraordinarias, como fue el caso de una de las últimas sesiones. Ese día pretendía que mis pequeños alumnos “in-corporaran” el movimiento circular de la música. A tal efecto les pertreché con unas cintas de colores, con la idea de que movieran sus bracitos en redondo y así hacer volar las cintas en círculos. Puse la música que parecía más oportuna para la circunstancia, moví mis brazos para que los niños me imitaran y, sí, parecía que todo funcionaba… hasta que uno de los niños soltó la cinta y ¿saben qué hizo? ¡Ponerse a girar como un derviche! Al principio, él mismo pareció sorprenderse de lo que hacía; sin embargo, viendo que no sólo no pasaba nada, sino que ello le producía un gran placer, continuó girando. Les puedo asegurar que jamás, jamás, olvidaré su imagen girando y riendo, girando y riendo, ¡girando y riendo…!

Notas:
(1) Claude Addas, Ibn ‘Arabi ou La quéte du Soufre Rouge, París, Gallimard, 1989, p. 41.

(2) Halil Bárcena, "La respiración como vía de silenciamiento", artículo publicado en este blog en junio de 2008.

(3) Abderramán Mohamed Maanán, El Corán, (capítulos 90 al 99), Sevilla, Zawiya, 2000, p. 61.



Leili Castella es licenciada en Derecho y pianista. Rebâbista del grupo 'Ushâq, es coordinadora del Institut d'Estudis Sufís de Barcelona.

viernes, 17 de junio de 2011

Cuentos sufíes: "Nasreddín y las dos espadas"



Nasreddín y las dos espadas





El Mol·lâ Hodja Nasreddín emprendió en cierta ocasión un largo viaje. En la travesía tenía que cruzar algunos territorios donde los bandidos campaban a sus anchas, razón por la cual llevó consigo un par de afiladas espadas, a fin de protegerse. El caso es que un buen día pasó lo peor y un malvado ladrón se interpuso en el camino del Mol·lâ amenazándolo con un bastón. Ni que decir tiene que nuestro hombre recibió una paliza soberana de manos de aquel granuja, que además lo desplumó. Ya de regreso a casa, cuando el Mol·lâ les explicó lo sucedido a los suyos, un amigo le preguntó cómo pudo ser que un hombre sólo armado con un bastón pudiese asaltarle a él que llevaba dos espadas para defenderse, a lo que el Mol·lâ respondió encogiéndose de hombros:

- "Bueno, sí, es cierto, pero no pude defenderme bien justamente porque tenía las manos ocupadas sosteniendo las dos espadas".


A veces, nuestro supuesto 'conocimiento espiritual' es más un impedimento, por su inutilidad e ineficacia transformadora, que un medio para iluminar nuestro ser y estar en el mundo. El conocimiento no es algo que se acumule para hacer bonito u ofrecer una imagen positiva de sí mismo. Una manta deja de ser una manta si ya no calienta. Cuando el conocimiento deja de ser operativo, ya no es conocimiento, sino mera información, una forma culta de perder el tiempo. ¿De qué vale entonces querer acumular más y más? Y es que si no vivimos de acuerdo al conocimiento que ya tenemos, ¡para qué queremos más!


Halil Bárcena

Ahâdîz: "Como un extranjero"


Ser como un extranjero







"Relató Ibn 'Umar: "El Mensajero de Al·lâh [Muhammad] me cogió por el hombro y me dijo: "Sé en este mundo como un extranjero o alguien que va de camino".

[Hadîz recogido por Bujârî]

Comentario:

Estar en el mundo, sin ser del mundo, o, lo que es lo mismo, vivir en el mundo, sin que el mundo viva en uno; he ahí la actitud del derviche ante la vida. "Jalvat dar anyumân", "Retiro en sociedad", lo llamó en persa Bahauddín Naqshaband (m. 1389), en el que es el octavo pilar de la tarîqa naqshabandiyya. Aunque el derviche viva exteriormente en el mundo, sin renunciar ni apartarse de él e implicado en su mejora, su mente y su corazón permanecen interiormente inalterables en la presencia de Al·lâh, que significa no residir en el ego y su veleidades, por muy bienintencionadas que éstas parezcan; ajeno como un extranjero al juego de máscaras que es la vida social para la mayoría de las gentes. Asimismo, recomendó el profeta Muhammad a su célebre compañero persa Salmân-e Fârisî: "Toma de este mundo justo lo que necesites para el viaje", porque, en efecto, el 'viaje' es lo único que cuenta, siendo el resto un mero juego de niños. Pero, ¿qué es el mundo y qué el viaje? El mundo es el teatro donde el tartamudo se ríe del cojo y éste se mofa del ciego; el escenario donde inmaduros henchidos de soberbia y vanidad proyectan sus sueños y creen, sin embargo, estar cambiando las cosas; ellos que son incapaces de cambiarse a sí mismos lo más mínimo. Y, ¿el viaje? Pues ir hacia Él, desde Él, en Él, lo único realmente real. Halil Bárcena

lunes, 13 de junio de 2011

Borges, 25 años después


Borges y el árabe



Halil Bárcena






Borges, Jorge Luis Borges, uno de los más grandes escritores de las letras hispánicas, murió un 14 de junio de hace 25 años, a los 86 años de edad. Era, en expresión de Ricardo Piglia, un hombre muy latinoamericano y a la vez muy poco latinoamericano. A algunos, muchos, la lectura de sus libros nos abrió a un nuevo mundo, un mundo desconocido en la literatura (y por qué no, también en la vida). Hay escritores que escriben libros (porque hay otros que se la pasan en tertulias radiofónicas opinando de memeces, en los bares o tras una pancarta con cara de indignados), y algunos incluso son buenos, pero lo que hizo Borges es construir por sí solo toda una literatura. Es lo que Alberto Manguel denomina 'AdB' y 'DdB'. Y es que, en efecto, existe la 'Literatura Antes de Borges' y la 'Literatura Después de Borges'. Y haber construido toda una literatura él solo es lo que le convierte en un escritor rabiosamente poliédrico y tan adictivo. Y es que quien caiga atrapado entre sus páginas no será capaz de quitarse jamás. Borges es (como Van Morrison en la música popular) para siempre; y lo demás son cuentos. Aunque para cuentos los borgeanos, construidos a base de retazos de ficción y de realidad. Borges fue un escritor total: poeta, cuentista, ensayista. Algunos le achacaron y le achacan no haberse atrevido con la novela, un género para él menor. Y es que lo sublime está contenido en lo poco y en lo breve. El escritor catalán Josep Pla decía que uno no debiera de fiarse jamás de nadie que pasados los 4o años leyera novelas. Borges leyó toda su vida, incluso novelas (las de R. L. Stevenson, sin ir más lejos, por quien profesaba adoración) y también, cuentan, la Enciclopedia Británica, además de pe a pa, que ya es haber leído. Sea como fuere, tal vez una de las mayores contribuciones de Borges al género humano haya sido, justamente, no haber escrito ninguna novela, y así hacer buenas las palabras de Pla, porque no hay libro alguno de Borges que, una vez llegados a los cuarenta años, deba ser rechazado. Todo en él vale.





Ser un autor tan poliédrico, lo hemos dicho ya, permite una aproximación múltiple a su obra. Borges puede ser abordado desde la astrología, por ejemplo, o también desde las matemáticas o desde la semiótica incluso. También hay quien ha hecho un abordaje desde la mística sufí al autor de Historia universal de la infamia, como es el caso de la profesora portorriqueña Luce López-Baralt. Y es que lo sufí, lo islámico en general, incluyendo lo árabe y lo persa, fascinó desde muy pronto al genio argentino. Lo que no sabíamos, sin embargo, es que Jorge Luis Borges fue un tardío (e inesperado) estudiante de árabe. ¡Qué increíble, Borges estudiando árabe en el umbral de la muerte! Y es que si algo tienen los genios es que se ocupan siempre de cosas realmente relevantes, por eso a él jamás le interesó la revolución cubana, en la que algunos vieron un sueño y hoy sabemos que no fue sino una pesadilla que todavía dura, por obra y gracia del 'Coma-Andante Castro'. María Kodama, su viuda, ha revelado recientemente la pasión de Borges por el árabe, quien pasó estudiándolo los últimos días de su vida en Ginebra, donde fue a morir, prueba de su voraz e insaciable apetito intelectual. "Él quería que continuáramos nuestros estudios del japonés", cuenta Kodama, "pero no encontré ningún profesor a domicilio. Buscando al japonés vi un anuncio de un egipcio de Alejandría que enseñaba árabe. A Borges le animó la idea. Le llamé sin más, sin reparar en que eran las once de la noche, que en Suiza es como las cuatro de la madrugada en el resto del mundo, y le di todo tipo de explicaciones porque no podía tener un 'no' por respuesta. Yo estaba desesperada. Le cité el fin de semana en el hotel. Cuando le abrí la puerta y vio a Borges se puso a llorar. '¿Pero por qué no me lo dijo?', me preguntó entre sollozos.'He leído toda la obra de Borges en árabe'. Yo no le dije nada porque quería que fuera el destino el que decidiera, no quería decirle que las clases eran para Borges, prefería que pensara que que yo era solo una señora loca. Aquel profesor le dedicó horas bellísimas en los últimos días de Borges,dibujando en su mano las preciosas letras del alfabeto árabe. Bebíamos té, hablábamos. Lo pasamos divino" (El País, 11 de junio de 2011, p. 42). O sea que el maestro Borges empleó sus últimos esfuerzos en aprender una lengua, el árabe, que los musulmanes tienen por sagrada, dado que en ella se le reveló al hombre el mensaje divino del Corán, allá por el siglo VII. ¡Qué bello final! En El libro de arena escribe el maestro: "Sé la Verdad pero no puedo razonar la Verdad. El inapreciable don de comunicarla no me ha sido otorgado". Imagínense por un momento que Borges emprendió el estudio del árabe a ver si en una lengua 'divina' le era más fácil decir esa Verdad con mayúsculas que le fue revelada. En alguien como él todo podría ser posible.

Postales de viaje: Üsküdar (Estambul)




Üsküdar,


el barrio de los


derviches secretos



Nesrin Can






Sentada en la terraza de un café del barrio de Üsküdar, en una noche de luna llena, contemplando en el Bósforo su reflejo y el de las luces encendidas de las mezquitas más cercanas, tomo un delicioso café turco, al tiempo que me vienen a la memoria estos versos del gran maestro sufí de Üsküdar, Azîz Mahmûd Hüdayi (1541-1628):


"No te engañes con el mundo temporal. ¡Ya Hû! (1)
Este lazo se romperá un día y ya no habrá más diversión.
Esto es una ruina de dos puertas,
quien aquí llega un día partirá.
Este mundo parece el juguete de un niño,
mas los inteligentes no se divierten aquí".


De repente, emerge de la oscuridad de la noche el adhan, la última llamada a la oración del día. El almuédano entona ‘Al·lâhu Akbar, Al·lâhu Akbar’ (2) desde la Mezquita Mihrimah Sultan, conocida popularmente como la 'mezquita del amor', situada en la Plaza de Üsküdar; una mezquita femenina obra del arquitecto y gran derviche otomano Mimâr Sinan, quien la construyó para su amor imposible, Mihrimah Sultan.




Üsküdar es uno de los dos barrios más espirituales de Estambul, situado en la parte asiática de la ciudad, caracterizado por las tumbas de los muchos maestros sufíes que allí vivieron y enseñaron, las dos dergâs mevlevíes (3) y sus meczups (4). En Üsküdar han vivido, aún lo hacen, muchos espirituales secretos o anónimos, al lado de guías espirituales reconocidos por todos; también muchos artistas, escritores y músicos mevlevíes, seguidores de Mawlânâ Rûmî (m. 1273). Sin embargo, muchas de las personas espirituales, designadas en el lenguaje técnico sufí con el término veli (del árabe walî; plural, evliya en turco), son 'invisibles', es decir, no hay ningún signo exterior que les diferencie del resto: poseen su trabajo, tienen una familia como todo el mundo, pero interiormente son personas que viven en un alto nivel espiritual. Son los espirituales secretos, los sufíes anónimos, que no son identificados por el resto de personas, para quienes pasan inadvertidos. Los propios sufíes afirman que Al·lâh les cubre y protege con su nombre Settâr, que en árabe significa cubrir con un velo.





Heidegger decía que vivimos en el mundo, pero que estamos rodeados por el cielo. Pues bien, los espirituales sufíes nos ayudan a fin de que podamos tener comunicación con el cielo, es decir, con las otras dimensiones más sutiles de la realidad. En Estambul, muchas de las personas que poseen ese don espiritual de conectarnos con lo celestial actualmente viven en Üsküdar. Quizás por eso mismo contemplar el cielo en dicho barrio adquiera otro valor. Cada noche, las miradas de los viejos y nuevos maestros sufíes, las de los verdaderos amantes de Al·lâh, convergen en la misma luna, las mismas estrellas, el mismo mar. Cada noche, al elevar sus miradas al cielo, todos ellos hacen tafakkur, es decir, meditan en lo mismo. Los guías espirituales sufíes no mueren. Sus cuerpos yacen en las tumbas, pero realmente están aquí con nosotros, habitan en nuestros corazones. Al·lâh les obsequia con su nombre Hayy, el Viviente. Como canta el bardo Yunus Emre: "Mueren carne y piel/pero el espíritu no muere".


¡Qué gran privilegio es contemplar con mirada abierta y transparente la misma luna que ellos! Pero, claro, los espirituales secretos, los derviches anónimos no sólo habitan en Üsküdar; ¡aunque sean pocos también los hay que viven en Barcelona! Lo importante es poder verlos y saberlos distinguir. Todo el mundo es el escenario en el que Él (Hû) actúa. Si uno lo desea de todo corazón puede vivir y sentir profundamente la misma espiritualidad sufí, ya sea en Üsküdar o en una ciudad sólo aparentemente tan poco espiritual como Barcelona.


Notas:

(1) Literalmente en árabe, ¡Oh Él!, expresión con la que los sufíes, sean de donde sean, hablen la lengua que hablen, se refieren a la divinidad.
(2) "Al·lâh es lo más grande, Al·lâh es lo más grande"
(3) Lugar de encuentro sufí, en el que se halla la tumba de algún maestro de la tarîqa u orden sufí en cuestión.
(4) Pronunciación turca del árabe madhjûb, que es la persona que vive ausente en el mundo, por causa del amor de Dios. En la calle pueden parecer locos o mendigos, pero realmente son verdaderos amantes de la divinidad.


Clikando aquí se puede oír una famosa canción turca sobre Üsküdar:
http://www.youtube.com/watch?v=SFwCw1mZd1g



Nesrin Can, de origen turco, es licenciada en lengua y literatura españolas.

domingo, 12 de junio de 2011

DÎwân de Hal·lâj (23)

Dîwân de Hal·lâj (m. 922)





23
1. !Quanta ignorància la meva! !Ai, si hagués sabut
quin camí em condueix cap a tu!

2. Has buidat el meu ésser per complet;
i jo per tu continuo plorant.


(Traducció de l'àrab al català a càrrec de Halil Bárcena)

Poetas: Ungaretti


1
Sin más peso

Por un Dios que se ría como un niño
Tanto grito de pájaro,
Tanta danza en las ramas,

Un alma que da sin más peso,
Los prados tienen una tal ternura,
Un tal pudor en los ojos revive,

Las manos como hojas
Se encantan en el aire...

¿Quién teme ya, quién juzga?



2
En ninguna
parte
de la tierra
me puedo
arraigar

A cada nuevo
clima
que encuentro
descubro
desfalleciente
que
una vez
ya le estuve
habituado

Y me separo siempre
extranjero

Naciendo
tornado de épocas demasiado
vividas

Gozar un solo
minuto de vida
inicial

Busco un
país inocente





3
Cielo despejado
Después de la creciente
niebla
una
por una
las estrellas
se quitan el velo

Respiro
el aire fresco
que el color del cielo
me ofrece

Sé soy
una pasajera
imagen
atrapada en un círculo
inmortal

(Giuseppe Ungaretti, Sentimiento del tiempo, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1998)







Giuseppe Ungaretti (Alejandría, 1888-Milán, 1970). Poeta italiano que recorrió a través de la palabra esencial y desnuda un itinerario poético que abarca desde el paisaje, la humanidad y la revelación religiosa, al impacto del contacto con la naturaleza brasileña, el dolor por la muerte de su hijo o el retorno a Roma, en el momento que estalla la Segunda Guerra Mundial. A través de la desesperación, supo descubrir la responsabilidad humana y la fragilidad de las ambiciones, y transmitir, a pesar de su concepción trágica de la condición humana, un mensaje de esperanza. Entre su producción poética, cabe destacar Alegría de náufragos, Sentimiento del tiempo, El dolor o La tierra prometida.


(Sección coordinada por Pepa Torras i Virgili)

viernes, 10 de junio de 2011

Omar Jayyâm, imprescindible

Omar Jayyâm, imprescindible



Halil Bárcena





El caso de Giyâz ad-Dîn Abú-l-Fath Omar ibn Ibrahim al Jayyâm (1040-1135), más conocido como Jayyâm, Omar Jayyâm, es único en el ámbito de la cultura espiritual islámica. Reputado matemático, astrónomo y filósofo, Jayyâm es conocido en Occidente, sin embargo, como poeta sobre todo, gracias a sus célebres Robâyât o cuartetas, traducidas al inglés, el año 1859, por el poeta Edward Fitzgerald, con un éxito insospechado, que inició toda una moda y fiebre 'omarjayyamista'. En sus Robâyât, el celebrado científico de Nishabûr, en el Jorasán, patria del renacimiento de la cultura persa tras su islamización forzada, revela una muy particular filosofía de la vida, de reminiscencias anaecrónticaas, que ha suscitado no pocas discusiones, acaloradas en muchos casos, acerca de su discutida filiación sufí.

Para la mayoría de estudiosos occidentales, así como para un buen puñado de orientales, el famoso escritor iraní Sadeq Hedayât entre ellos, la filosofía de Omar Jayyâm, descrito por Víctor Brar como 'el Voltaire del islam', nada tiene que ver con el sufismo. Es cierto que algunos autores orientales, los hermanos 'Omar 'Alí Shâh e Idries Shâh por ejemplo, sui generis pîrs naqshabandíes ambos, no dudan en considerar sufí al poeta de Nishabûr, en base a un manuscrito del autor, secreto y sólo conocido por ellos y su familia, como es habitual en su sufismo, que revelaría las claves sufíes de Jayyâm, pero el testimonio de dichos hermanos es muy poco de fiar, como cualquier iniciado sufí serio sabe en todo el orbe islámico. En un texto esclarecedor titulado "El neosufismo de Idries Shah", Francisco Miñarro ha escrito al respecto: "Shah incluso persuadió a Graves para que prestara su nombre a una nueva versión del "Rubaiyat" de Omar Jayyam, traducción basada en un supuesto manuscrito nunca mostrado y "desconocido en occidente". Moore indica que el libro de Graves no era una traducción, sino la copia de un comentario victoriano (auténtico), supuesta traslación debida a un tal "Jan Fishan Khan MS" (¡el propio bisabuelo de Shah!), "poeta" del siglo XII (!), de un poema de Jayyam (que, por supuesto, nunca escribió)". Pero dejemos a los hermanos Shâh y volvamos a nuestro poeta persa.






Una cosa es cierta, que el sabio de Nishabûr no perteneció a tarîqa alguna de eso que podríamos llamar el sufismo confrérico. Lo que ocurre es que, como hemos dejado escrito en otros lugares, las turuq (plural de tarîqa) no agotan todas las posibilidades expresivas del sufismo tradicional; es decir, hay un sufismo, para mí de una gran belleza y riqueza espirituales, más allá de las formas organizativas sufíes clásicas, como es el caso, por ejemplo, del heterogéneo movimiento qalandar de influencias malamâtíes, caracterizado por la rebeldía e independencia radical de sus seguidores, una suerte de derviches errantes muy poco fieles a la legalidad religiosa islámica, aunque sí a su espíritu, muy libremente interpretado. Canta Jayyâm:

"De aquellos qalandares, el camino has de andar:
sangre del corazón para el rostro lavar.
¿Qué pensabas, acaso? Como un hombre sabio,
incluso a ti mismo debes aabandonar" (1).

Por consiguiente, llevan razón quienes sostienen que poco se parece Jayyâm a un adepto sufí shadilí o naqshabandí, pongamos por caso, vías caracterizadas por un cumplimiento escrupuloso de la ley religiosa islámica. Pero, también tienen razón, y no poca, quienes, más allá de su escepticismo congénito y de su revuelta personal contra Dios, han sabido ver en Jayyâm a un ser humano de una muy refinada espiritualidad. Al fin y al cabo, su rebelión apunta más que nada hacia el 'dios producto humana' que no hacia la divinidad en sí, en tanto que símbolo del misterio del mundo. En ese sentido, podríamos decir que el 'dios' menor, fruto imperfecto de la mente humana, en absoluto es Al·lâh.

Sea como fuere, quisiera traer a colación unas palabras de alguien tan serio y riguroso como Frithjof Schuon, nada dado a la frivolidad espiritual, que me parecen muy atinadas, respecto al papel tan singular (e imprescindible, bajo mi punto de vista) que juega Omar Jayyâm, en el ámbito de la espiritualidad islámica. A mi modo de ver, Schuon es de los pocos que ha comprendido a la perfección de qué hablaba Jayyâm y cómo tuvo que hacerlo. Y es que comprender es ser. Por eso escribía Julien Green, "habría que ser santo para comprender a un santo". Sea como fuere, esto es lo que dice Schuon: "La sabiduría revestida de frivolidad de Omar Jayyâm se opone al fariseísmo revestido de piedad; si la hipocresía religiosa es posible, la paradoja contraria ha de serlo igualmente". Para Schuon, y la expresión me parece acertadísima, "Jayyâm es una suerte de 'bufón de la corte' de la espiritualidad", cuya función no era otra que "decir verdades que la convención social tiende a disimular, o, de una manera más general, de hacer sentir el aspecto de necedad propio de la vida convencional" (2).




En definitiva, lo que en Jayyâm se disimula bajo un ropaje aparente de escepticismo y displicencia antiespiritual es, justamente, lo contario, como bien ha sabido ver Esteve Serra, un poco siguiendo la estela dejada por Schuon: "Su apariencia de descreencia y de menosprecio de las formas externas oculta en realidad una espiritualidad muy elevada, la del hombre que ha alcanzado un estado interior que implica una superación de todas las antítesis y dualidades. Significa, también, una llamada a los hombres que siguen el camino espiritual para que vayan más allá de las prácticas y virtudes externas, obligatorias para todos los creyentes, y profundicen su espiritualidad en el sentido de una mayor sinceridad y una consciencia más intensa de la Realidad única que trasciende todas las formas y todos los credos religiosos" (3).

Y es que si algo detesta Jayyâm sobremanera, de hecho cualquier espiritual serio, es el fanatismo del necio, así como la hipocresía humana, en especial la de los hombres de religión. Jayyâm es de esa ínfima clase de seres humanos, pero tan valiosos e imprescindibles, que no desean ser esclavos de sus defectos, por supuesto, pero tampoco de sus virtudes, rasgo éste de indudable sabor malâmatí. Hipocresía, fanatismo, egolatría, todo es fruto de la ignorancia de creerse lo que no se es. Jamás quien vive en la presencia de su precariedad y de su nada esgrimirá un 'yo soy' como forma de estar en el mundo. Dice un viejo proverbio sufí: "Sólo quien se vive a sí mismo como nada, lo vive a Él como todo". En un sentido muy aproximado canta Jayyâm, con la salvedad de introducir un nuevo elemento muy propio de su pensamiento, el de la muerte, que es la gran correctora de egos:

"A cada instante se alza uno diciendo: ¡yo soy!
Acicalado con oro y plata viene gritando: ¡yo soy!
Justo cuando su vida va miel sobre hojuelas,
la muerte llega un día y le dice: ¡yo soy!".

En resumen, una personalidad tan sumamente rica y compleja como la de Omar Jayyâm resulta de un enorme valor en una tradición espiritual, por su libertad interior y su atrevimiento. Y es que es imprescindible que existan hombres que como él se atrevan a denunciar, a veces en clave de humor incluso, falacias o naderías que por haber sido repetidas hasta la saciedad o haber sido dichas con verbo almibarado nos parecen verdades absolutas. Y no concreto más porque, a pesar del espíritu 'omarjayyamista' que uno posee, hoy no andamos con ánimo de escandalizar a nadie: ni a tirios ni a troyanos, es decir, ni a apocalípticos ni a integrados, ni a alienados ni a indignados, ni a las personas de orden ni a los alternativos tampoco, que tanto se parecen, unos y otros, en tanto que (casi) todos dicen '¡yo soy!', y decir 'yo', esto lo dejó escrito Mawlânâ Rûmî, es un veneno. No hay cambio sin cambiarse, y así gira y gira la rueda del mundo desde siempre, sin que en lo sustancial nada varíe.


Notas:
(1) Omar Jayyam, Robaiyat, Barcelona, DVD, 2002, p. 147 (Edición y traducción de Nazanín Amirian).
(2) Cfr. Omar Jayyam, Rubaiyat, Palma de Mallorca, J. J. de Olañeta, 1997, pp. 8-9.
(3) Ibídem, p. 8.

Los 'milagros' de Mawlânâ Rûmî


Los 'milagros' de Mawlânâ Rûmî




Halil Bárcena







Se cuenta* que el Sheyj Galib Dedé (1757-1799) y el sultán Selim III fueron grandes amigos. Galib Dedé fue uno de los poetas turcos más importantes de la llamada 'literatura del diván', junto a Fizuli, Baki, Nedim y Nefî; al mismo tiempo que un reconocido maestro sufí mevleví, buen conocedor de la obra de Mawlâna Rûmî, a cuya senda espiritual dedicó toda su vida. Pues bien, un día Selim III, amante y seguidor él mismo de Rûmî, puso su cabeza en las rodillas de Galib Dedé, en gesto de humilde reconocimiento, y le pidió que le explicara algún milagro de Mawlânâ Rûmî, el poeta persa inspirador de la senda sufí de los derviches giróvagos. Esto fue lo que el Sheyj Galib Dedé le contestó: "Alguien tan poderoso como tú, todo un sultán de un vasto imperio, rinde ahora su cabeza en las rodillas de un pobre y humilde faqîr, seguidor de Mawlânâ como yo, y se digna a charlar conmigo. ¿Acaso no es eso un milagro de Mawlânâ?



(* La anécdota nos ha sido relatada por nuestra amiga turca Nesrin Can; vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento).

martes, 7 de junio de 2011

Ahâdîz: "La otra mitad del conocimiento"


El conocimiento restante









"Fue narrado que el Mensajero de Al·lâh [Muhammad] dijo: "A quien obre según lo que sepa, Al·lâh le obsequiará con el conocimiento de lo que aún ignora".

[Hadîz recogido por Bujârî]


Comentario:


La vida es pura donación pura. Una de sus leyes intrínsecas es el acrecentamiento de todo cuanto hacemos; esto es, cuanto más das, más recibes, algo que en nuestra ceguera egoísta somos incapces de comprender. Y lo mismo vale para el conocimiento, fundamento de la senda sufí. Así, quien más se abre y se vacía de sí mismo, mayores dones recibe; quien en la búsqueda interior se entrega sin cálculos egoístas ni miramientos, en humilde meditación, libre de todo prejuicio, halla sin esperarlo tesoros insospechados. Ese es el gran regalo que la senda interior, la vida en definitiva, le brinda al buscador sincero que se entrega libre y confiadamente a la divinidad, algo así como si la vida premiara la humildad, la honestidad y la pasión en el afán por despertar y conocer. Halil Bárcena


Cuentos: "Orientarse en la oscuridad"


Orientarse en la oscuridad







El Mol·lá Hodja Nasreddín participaba en una sesión sufí de dhikr, cuando de repente las luces que iluminaban la estancia se apagaron misteriosamente, dejando la estancia en la más pura oscuridad. Un cofrade se dirigió entonces al Mol·lá, indicándole que a su izquierda tenía una vela, a lo que Nasreddín respondió, un tanto excitado:

- "Sí, hombre, eso es muy fácil de decir, pero ¿cómo sé yo dónde está la izquierda en la oscuridad?

El más mínimo cambio nos desorienta y descentra, haciendo que hasta lo aparentemente más obvio se nos presente como una tarea imposible. Y es que hemos hecho de nuestro pensar (y en consecuencia de nuestro vivir) un ejercicio rutinario, a base de consignas y eslóganes, mostrándonos en el mundo como autómatas, eso sí, muy sofisticados, en algunos casos. Emprender la senda sufí es aceptar que la vida es indomable y que que su naturaleza es el cambio constante. En consecuencia, todo en ella es sorpresivo. El derviche ha de estar dispuesto a cambiar con los cambios propios de la vida y a hacerlo tantas veces como sea preciso, pero ello sólo es posible si se tiene un centro, firme pero flexible, de otro modo las circunstancias lo zarandean a uno, llevándoselo por delante.



Halil Bárcena


Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)